lunes, 30 de diciembre de 2013

Capítulo 50. Hasta mañana

Justo después de que Flo me llamara, buscamos billetes de vuelta a Madrid para esta misma tarde y los compramos a través del móvil. La mañana la hemos aprovechado para dar un paseo y conocer un poco más el encanto de esa ciudad, pero ya nada es como al principio. Desde ese momento ya no me siento cómoda besando a Dani, ni abrazándole, ni cogiéndole de la mano y me siento culpable por ello. No es que haya dejado de quererle, eso sería una locura; pero tengo a cada momento en la mente las palabras de Flo y me hacen replantearme que quizás estemos siendo muy egoístas. No puedo permitirme que por nuestra culpa se vaya a pique un proyecto tan bonito como es el del libro y en cambio, me he ido a Toulouse sin pensar en nadie más, en los efectos que podría traer.
Dani también está raro. Casi no hemos hablado, no intenta picarme, no me agarra la cara para obligarme a darle un beso como hace siempre; aunque intenta que no se le note y por eso no deja de mantener contacto físico conmigo, ya sea dándome la mano o pasando el brazo por encima de mis hombros, pero ya casi ni me mira a los ojos y mucho menos a los labios. Yo creo que él también se siente culpable, pero hace todo lo posible para que yo no me preocupe.
Desde que hemos llegado al aeropuerto sólo hemos hablado sobre la hora a la que salía el vuelo y qué puerta era la teníamos que coger, pero por suerte ya sólo nos quedan 15 minutos para embarcar y así al menos podré fingir estar dormida en el avión.
Miro nuestras manos unidas, pero las noto frías. Levanto un poco la cara y miro a Dani con el rabillo del ojo para que no se dé cuenta y rápidamente vuelvo a mirar al suelo otra vez. No puede ser que esté pasando esto, que de repente una simple llamada lo haya cambiado todo. Aunque por otro lado, quizás sea lo mejor y de esta forma todo pueda volver a ser como antes de que Dani y yo nos comportáramos como dos niños egoístas. Intento contenerme, pero se me escapa una lágrima y me la seco rápidamente con la mano para que nadie me vea, para que no me vea él.
-Anna, voy al servicio. –Me da las dos bolsas con la ropa que compramos para ese día especial y se va sin ni siquiera mirarme a la cara. Subo las bolsas hasta mi pecho y las agarro con fuerza escondiendo mi cara tras ellas. Menos mal que aquí nadie nos conoce y no tenemos que preocuparnos porque nos hagan fotos… Debo estar horrible ahora mismo, pero es que no me apetece ni arreglarme. Me da igual todo. Sólo quiero llegar a mi casa y llorar toda la noche.
Por fin vuelve Dani, coge las bolsas y me vuelve a dar la mano. A mí no me sale más que un suspiro y así, sin volver a hablar ni una sola vez más, llega la hora de subirnos al avión. Dani me deja la ventanilla porque sabe que me gusta mirar las nubes, pero esta vez no me apetece. Esta vez necesito tener los pies en la tierra y actuar como hay que hacerlo, no como a mí me gustaría.
Cierro los ojos y me hago una bola en mi sillón dándole la espalda a Dani, pero el sol me molesta en la cara y me giro hacia el otro lado. Al fin y al cabo, voy a fingir que estoy dormida, ni si quiera tengo que torturarme viendo sus ojos tristes.
El avión despega y yo no cambio mi posición. En cambio siento que Dani no para de moverse y protestar hasta que le pega una patada al sillón de adelante.
-¡Joder!
Yo no me inmuto y finjo que sigo durmiendo, pero escucho cómo la azafata se acerca y le pide por favor que se comporte. Los pasos de la chica se alejan y me intriga el hecho de que Dani no haya vuelto a moverse, que de repente parezca otra persona. Entonces noto cómo me quita despacio un mechón de pelo de la cara y me acaricia la frente. Una lágrima vuelve a descender por mi mejilla y él la seca con su pulgar, me da un beso en la frente y me susurra al oído.
-Cuando quieras hablamos, cariño. –Sabe perfectamente que no estoy dormida, que llevo fingiendo todo el tiempo para no tener que enfrentarme a esto, pero respeta mi decisión y el resto del viaje lo pasa acariciándome el brazo mientras yo sigo sin abrir los ojos.
Llegamos a Madrid y cogemos un taxi. Él sabe perfectamente que lo que quiero es llegar ya a casa y por eso le da mi dirección al taxista. En el trayecto, recuerdo la noche en la que nos besamos por primera vez. De camino a casa fuimos haciéndonos carantoñas todo el rato a escondidas para que Marta no nos viera. En cambio, ahora él está sentado en el asiento del copiloto y yo en la parte de atrás. Durante un par de segundos, nuestras miradas se encuentran en el espejo retrovisor pero yo me giro rápidamente y le evito.
El taxista para y Dani se baja para abrirme la puerta y despedirse de mí. Yo me salgo también sin apartar la vista del suelo, pero me quedo parada esperando que me diga algo.
-Buenas noches –Dice fingiendo una sonrisa forzada.
-Buenas noches –Contesto yo casi sin voz. Me da un abrazo y yo me agarro a él con fuerza justo cuando rompo a llorar. Escondo mi cabeza en su pecho y él me acaricia el pelo mientras rodea mis hombros con el brazo que le queda libre. Yo levanto la cabeza y le miro a los ojos por primera vez en mucho tiempo, él me seca las lágrimas y apoya su frente en la mía.
-Ya está, cariño.  –No digo nada, pero asiento con la cabeza mientras intento tranquilizarme un poco. -¿Quieres que suba?
-No –No le digo nada más porque en realidad no sabría qué decirle. Simplemente me apetece estar sola y aclarar mis ideas.
-Te llamo mañana ¿Vale?
-Vale –Digo todavía sin voz.
-Hasta mañana, princesa. –Me da un beso en la frente y se monta en el taxi de nuevo.

-Hasta mañana. –Digo cuando ya se ha marchado. –Te quiero.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Capítulo 49. Gracias por Toulouse.

-¡Buenos días, Annita! –Reconozco su voz al momento. –No estabas dormida ¿No?
-No, no te preocupes, Flo. Ya llevaba un rato despierta. –Contesto un poco asfixiada cansada del juego de antes con Dani.
-¿Te pillo en mal momento? Si quieres te llamo más tarde. –Dice al notar que respiro más agitada de lo normal.
-No, en serio. Estoy bien ¿Qué querías? –Dani sigue dándome besos por todo el cuerpo y de vez en cuando se le escapa algún mordisco. Le miro sonriente mientras le acaricio el pelo y le lanzo un beso sin hacer ruido.
-Quería hablarte sobre el libro. Al parecer no pueden darnos tanto tiempo para que escribamos cada uno nuestra parte por no sé qué de la edición o algo de eso me han dicho.
-Ajá. –Digo prestándole más atención a Dani que a él.
-Tenemos un mes para entregar el primer borrador. Ya sé que es muy precipitado, pero conociéndote supongo que ya  habrás escrito hasta el prólogo. A quien tendremos que apretar las tuercas seguramente será a Dani, que estará de arriba para abajo con sus bolos y sus cosas.
-Bueno… La verdad es que yo tampoco lo he empezado. –Digo sintiéndome culpable.
-¿Cómo? No puede ser, Anna ¡Tú siempre lo haces todo con meses de antelación! ¿Es por lo que te pasaba cuando fuimos a cenar con el equipo?
-No, es que… -Intento explicarle el por qué no lo he hecho, pero realmente no tengo ninguna excusa. –No sé. Últimamente mi vida ha cambiado mucho -Dani se queda quieto escuchándome. – Y han sido muchas cosas en tan poco tiempo… Si te soy sincera, no me lo he tomado en serio.
-¿Cómo que no te lo has tomado en serio, Anna? –El tono de Flo me hace ver que está enfadado. –Esto es trabajo, no un juego al que decides cuándo jugar y cuándo no ¿Pretendes reunir todos tus recuerdos de la época de Tonterías en tan solo una semana? Estas cosas no se hacen así Anna, así no.
-Tienes toda la razón, Flo. Y de veras que lo siento mucho, pero me han surgido imprevistos y no he sabido compaginarlo todo. Te prometo que a partir de ahora me lo voy a tomar muy en serio.
-Está bien. Estoy seguro de que eres capaz de hacerlo increíblemente bien en el tiempo que te queda, pero no lo atrases más, por favor.
-Te he dado mi palabra. Va a salir genial. –Dani no entiende por qué la expresión de mi cara se ha convertido tan rápidamente en un gesto tan serio y me mira preocupado intentando averiguar lo que ocurre.
-Seguro que sí. Y lo siento por haber sido tan brusco… Ya sé que llevas tres años trabajando sin parar para este equipo y que te mereces un descanso, pero quiero que este proyecto salga bien. Va a tener mucho valor para los tontacos y ellos se merecen que esté hecho con mucho tiempo, esfuerzo y cariño.
-No lo dudes, padre. Vamos a conseguir que se vuelvan a sentir orgullosos de ser tontacos. –Al oír esta última palabra, Dani se impacienta aún más por saber de qué estamos hablando y pega su oreja al teléfono intentando enterarse de lo que dice Flo.
-Una última  cosa antes de colgar, Anna. Quería pedirte que leyeras lo que llevo escrito hasta ahora para ver qué te parece y así tener una segunda opinión. Si quieres te invito esta noche a cenar a casa y lo vemos juntos ¿Te apetece?
-Me apetece muchísimo, pero me va a ser imposible. Ahora mismo estoy en Toulouse. –Digo intentando aparentar normalidad.
-¿En Toulouse? ¡Sí que necesitabas desconectar! Entonces no te preocupes, y descansa el tiempo que estés allí. Llamaré a Dani a ver si él puede echarme una mano.
-Bueno… Creo que él tampoco va a poder. –Digo sabiendo que el siguiente paso será confesarle que estamos juntos.
-¿Por qué? ¿Le ha pasado algo?
-Que se ha enamorado. –Contesto un poco avergonzada y veo cómo Dani se sonroja al oírlo de mi boca.
-¿Qué se ha enamorado? Pues con más razón se tiene que venir a cenar, que me tiene que poner al día. –Dice bromeando. –Ya me avisarás cuando vuelvas a Madrid para hablar sobre el libro ¿Vale?
-No, Flo. No me has entendido. –La garganta se me seca y el corazón me late tan deprisa que parece que se me va a salir del pecho. Me habría gustado decírselo cuando lo tuviera delante, pero el destino ha querido que sea en este momento.
-¿Cómo? –Dani me coge la mano y la aprieta con fuerza para transmitirme seguridad.
-Que Dani no está en Madrid, sino en Toulouse. Concretamente a mi lado.
-¿Entonces es cierto todo lo que dicen la prensa y las redes sociales? ¿Estáis saliendo? –Noto que está un poco molesto.
-Sí. –Contesto en voz baja como si así tuviera menos importancia.
-Anna. –Se queda callado unos segundos y después continúa. –No sé qué te está pasando últimamente pero no eres tú. –Sus palabras me duelen tanto que se me humedecen los ojos
-Claro que soy yo, Flo.
-Anna, tú antes no irías tan a tu bola como ahora. Antes tenías la cabeza más centrada.
-¿Acaso el amor no consiste en descentrarte y volverlo todo del revés por la persona a la que amas?
-La Anna Simon que yo conozco era una persona responsable que no se habría liado con uno de sus mejores amigos poniendo en riesgo todo un proyecto en el que hay muchísimas personas involucradas.
-Lo que Dani y yo sentimos no va a afectar a nuestro trabajo. Sabremos separar lo personal de lo profesional y nadie tendrá que verse perjudicado.
-¿Qué no va a afectar? ¡Ya está afectando, Anna! ¿O a caso no has dejado completamente de lado el borrador que te ha encargado el Grupo Planeta?
-Eso no significa que no lo vaya a entregar a tiempo.
-Mira, Anna. Te voy a ser totalmente sincero. –Su tono de voz cambia por completo siendo ahora mucho más calmado que el de antes. –Yo te quiero porque eres mi Annita y siempre lo serás; pero también quiero a Dani. Me preocupa que os hagáis daño el uno al otro. Para mí el libro es lo de menos. No pasa nada si no cumplimos los plazos porque si el Grupo Planeta no nos lo quiere publicar, ya encontraremos a otros que sí quieran hacerlo; pero yo he visto nacer a esta gran familia y no quiero que se rompa por una tontería.
-Esto no es una tontería. –Digo un poco molesta.
-Hagamos una cosa. Disfrutad del viaje todo lo que podáis, que para eso sois jóvenes todavía y cuando volváis, avísame ¿Vale? Quedamos un día y lo hablamos tranquilamente. Luego seréis libres de hacer lo que queráis, pero al menos escuchad lo que os tenga que decir.
-Está bien…
-Y perdona por lo brusco que he sido. Ya sabes que no suelo ser así, pero han sido demasiadas bombas en una sola llamada y no he sabido cómo actuar.
-No te preocupes. Está todo olvidado.
-Gracias, Anna.
-A ti, por crear todo esto.
-Nos vemos cuando vuelvas entonces ¿No?
-Por supuesto.
-Un beso, Simon.
-Otro para ti, padre. Y no olvides que te quiero mucho.
-Yo a ti también. Os quiero a los dos. Al fin y al cabo, todo esto no sería posible sin Anna Simon y Dani Martínez ¿No? –Dice con voz melancólica. Me apuesto lo que sea a que se le han empañado los ojos al otro lado del teléfono.
-Y mucho menos sin Florentino Fernández.
Terminamos de despedirnos y colgamos casi al mismo tiempo. Yo me quedo mirando a Dani mientras contengo mis lágrimas de dolor y de nostalgia a causa de la conversación que acabo de tener. Sin decir nada, me abraza fuerte, me besa en la mejilla y me aprieta un poco más.
-Nos volvemos a Madrid ¿No?
-Sí. –Digo justo antes de romper a llorar.
-Vamos, mi amor, no te pongas así. –Sostiene mi cara entre sus manos y seca mis mejillas con sus pulgares. –Es normal que Flo se preocupe, pero ya verás como nos acaba entendiendo.
-¿Y si no lo hace?
-Anna, estamos hablando de Flo. Él quiere lo mejor para nosotros y lo mejor para mí eres tú.
-Dani, no quiero que nos vayamos si tú no quieres.
-Yo lo que quiero es que hables con Flo y dejes de preocuparte. Ya tendremos tiempo de volver a Toulouse.
-Vale, pero la próxima vez traemos maletas. –Digo riéndome.
-La próxima vez traemos a Flo si hace falta. –Contesta bromeando.

-Mejor tú y yo solos. –Le beso apoyando mis manos en su nuca. -Gracias por todo, Dani. Gracias por Toulouse.

viernes, 20 de diciembre de 2013

Capítulo 48. ¿Quién es?

Todavía en la cama y con los ojos cerrados, giro sobre mí misma para cambiar de posición. Respiro hondo y sonrío Hoy es uno de estos días en los que no necesitas que ocurra nada bueno para estar de buen humor.
Froto mi dedo pulgar contra el anular y toco el anillo al mismo tiempo en el que mi mente dibuja una vez más el maravilloso día de ayer. Las notitas de Dani, el ramo de flores, el pasillo lleno de fotos, lo guapísimo que estaba cuando le vi al entrar en la habitación, esas palabras que me dijo, la noche llena de pasión y caricias y esas dos horas en las que estuvimos hablando después de hacer el amor.
Y aquí estoy hoy, en un hotelito rural de Toulouse, sin horarios, sin preocupaciones y acompañada del hombre más maravilloso que jamás podría imaginar. Me resulta raro que no esté abrazándome como hace siempre, pero no pasa nada. Para eso estoy yo, para abrazarle siempre que él no lo esté haciendo.
Estiro un poco el brazo buscando el contacto con su piel, pero no la encuentro y lo estiro un poco más creyendo que está más lejos de lo que yo pensaba y asombrada porque no recordaba que la cama fuera tan grande.
¡No está! ¡Dani no está! Abro rápidamente los ojos y, efectivamente, veo las sábanas revueltas, pero no está él. Me siento sobre la cama y vuelvo a girar sobre mí misma. Entonces le veo y sonrío. Me quedo un rato observándole asomado en el balcón en bóxers, disfrutando del precioso amanecer que se ve desde nuestra habitación. Veo que como es costumbre en él, tiene el iPhone en la mano y se me ocurre una cosa.
Cojo también mi móvil y justo después de ponerlo en silencio, le hago una foto que queda incluso mejor de lo que yo me esperaba gracias al efecto de contraluz que crea el sol. Se la mando por whatsapp y le escribo:
“Hoy me he despertado con estas vistas… Crees que debería aprovecharlas?”
Segundos más tarde, vibra el móvil de Dani y lo mira. No le veo la cara, pero sé que ha sonreído al ver mi mensaje en la pantalla. Sin darse la vuelta para mirarme, comienza a escribir y a mí me entra un cosquilleo en el estómago mientras espero su respuesta.
“Creo que el paleto ese de la ventana se enfadaría si no las aprovecharas”
“Entonces creo que no voy a hacer nada. A veces me gusta picar a ese paleto hasta que se acaba rindiendo a mis encantos”
“Pues esta vez no te saldrás con la tuya” –Veo que ya no habla de él mismo como si fuera otra persona. Se ha picado y me río en silencio para que no me oiga – “Nos vemos en el balcón”
“Tan seguro estás de que no sucumbirás a mis encantos”
“Segurísimo”
Busco en la galería de imágenes y le envío la foto de nuestro primer desayuno. –“Tú crees?”
“He de reconocerte que me estás haciendo dudar”
“A ver si con esto aclaras un poco tus ideas” -Me peino un poco con las manos, me pellizco las mejillas para darle color y me destapo un poco dejando a la vista mi costado desnudo. Hago la foto y se la envío. Cuando le llega, gira su cuerpo por completo  y me mira, pero se queda apoyando su cuerpo en el balcón con las manos estiradas sobre la barandilla y me sonríe. Le hago un gesto con el dedo indicándole que se acerque, pero él se cruza de brazos y mueve la cabeza de un lado a otro haciéndome ver que esta vez no he ganado todavía.
En un último intento por ablandarle, le miro a los ojos poniendo cara de pena mientras me destapo un poco más sin conseguir que Dani se mueva ni un centímetro. Finalmente me rindo y con el entrecejo fruncido me levanto de la cama y camino hasta él con paso firme fingiendo estar enfadada. No le miro a la cara porque no quiero que me haga reír y me coloco de espaldas a él apoyándome contra su pecho mientras cruzo los brazos. Él me rodea la cintura con los suyos y me da un beso en la cabeza.
-Vaya, Simon. Creo que esta vez no te has salido con la tuya. –Dice susurrándome al oído. Aparta el pelo de mi cuello y lo besa.
-Déjame en paz. –Digo aún sin mirarle.
-¿Por qué? –Me vuelve a besar.
-Porque estoy enfadada.
-¿Entonces por qué has venido hasta aquí? –Me aprieta más fuerte contra él y roza sus dedos con mi piel mientras me muerde la oreja. Yo no aguanto más, me giro y le beso al mismo tiempo que dejo caer mis manos en su pecho.
-Porque te quiero demasiado. –Le vuelvo a besar saboreando de nuevo esa sensación de felicidad que te hace estar eufórico sin saber por qué y que te hace sonreír con la inocencia de un niño pequeño.  Por primera vez le miro a los ojos desde que me levanté de la cama y me emociono un poco al ver que están llenos de luz. –Porque necesitaba desayunar tus besos.
-Veo que se ha levantado usted cariñosa, Señora de Martínez. –Dice sonriendo.
-¿Y por qué no Señor de Simon? Suena mucho mejor.
-Vaya… Cariñosa y peleona.
-Peleemos entonces. –Digo procurando que se me entienda lo mejor posible mientras le muerdo el labio inferior.
-¿Estás segura? Luego no vale decir que pare, sino que tendrás que admitir tu derrota. –Me da un beso ligero que me deja con ganas de más.
-A ver si el que va a tener que admitir su derrota eres tú, que te veo muy subidito esta mañana.
-Ya lo veremos. –Me levanta del suelo cogiéndome por la cintura y me lleva a la cama mientras intento deshacerme de él sin obtener éxito alguno. Una vez allí, se sienta sobre mi cadera, dejando prácticamente inutilizadas mis piernas y comienza a hacerme cosquillas. Yo intento esquivar sus manos mientras me río a carcajadas, pero es imposible. Está claro que Dani ha nacido con el don de hacer reír a cualquiera, sea del modo que sea.
-Esta vez voy a aguantar ¡La honra de mi familia está en juego! –Digo bromeando.
-Tus aguantes no duran ni cinco minutos, Simon. –En un momento de flaqueza de Dani, consigo mantener sus manos sobre el colchón y aprieto mi abdomen para levantarme y darle un beso, pero rápidamente consigue escapar y la rapidez vuelven a sus manos hasta hacer incluso que se me salten las lágrimas.
Yo intento no reírme, mantenerme seria, pero con Dani es totalmente imposible y justo cuando estoy a punto de rendirme, suena la melodía de mi móvil y los dos nos quedamos quietos durante unos segundos. Finalmente, Dani estira el brazo y me lo da para que yo pueda contestar a la llamada mientras se distrae dándome besos en la tripa.

-¿Quién es?

sábado, 14 de diciembre de 2013

Capítulo 47. Siempre que quieras.

Le beso de nuevo saboreando sus labios y me doy cuenta de que esto es lo que siempre he querido, que Dani es lo que siempre he buscado.
De repente, noto cómo me agarra con fuerza y me coge en brazos como si fuera una princesa.
-Bienvenida a nuestra nueva vida, Anna. A partir de ahora todo va a ser diferente.
-¿Eso significa que ya no vamos a volver a hacer locuras como estas? –Digo bromeando.
-Significa que vamos a vivir en una locura constante. –Me besa y me vuelve a mirar a los ojos cuando separa sus labios de los míos. –Que vamos a vivir nuestra locura.
-Me gusta cómo suena eso.
-Y más te va a gustar, pero para eso todavía nos queda una cosa por hacer. –Camina hacia la cama y me suelta justo al lado. –Un matrimonio no es realmente válido hasta que no haya noche de bodas. –Me mira sonriendo con esa sonrisa de medio lado que sé perfectamente lo que significa y me hace sonreír a mí también.
-Entonces hagamos eso que todavía nos queda por hacer. –Se quita la chaqueta y la coloca con cuidado sobre el sillón que hay junto a la mesita de noche. Yo me acerco a él y le tiro de la corbata haciendo que se pegue a mí. Le beso en los labios cogiéndolo por sorpresa mientras me río y luego es él quien me besa a mí. Bajo mis labios hasta su cuello y le acaricio el mentón con mi mano al mismo tiempo que él rodea mi cadera con las suyas.
-Anna, ya sé que esta no es la boda que siempre habías soñado. –Sigo besando su cuello despacio. –Pero he hecho todo lo posible para que fuera una boda de cuento.
-Shhhhhhh. –Digo alzando la mirada hasta sus ojos. –Cállate y bésame. –Coloco mi mano en su nuca y acerco su boca a la mía. Me aprieta fuerte contra él y me regala los besos más dulces que jamás he saboreado. Tirando de nuevo de su corbata le vuelvo a acercar a la cama sin que paremos de besarnos hasta que coloca sus manos en mi cuello y se queda mirándome a los ojos sonriendo. Acto seguido, coge una de las margaritas que me puse hace un par de horas en el pelo y la acerca a su nariz.
-Huele a tu pelo –Dice aspirando con fuerza.
-O mi pelo huele a margaritas. –Contesto riendo. Una a una se va deshaciendo del resto de flores y las va colocando sobre la cama hasta que ya no me queda ninguna y me vuelve a besar. Se afloja un poco la corbata, se desabrocha el primer botón de la camisa, los de las mangas y coloca las manos en mis hombros. Me besa una vez más y desliza lentamente los tirantes hasta la altura de los antebrazos, haciendo así que el vestido caiga al suelo cuando los suelta y dejándome tan solo con la ropa interior y los tacones. Me mira embobado de arriba abajo y sólo es capaz de decir una cosa.
-¡UAU! –Sí, he conseguido mi objetivo. Dani se ha quedado con la boca abierta. –Veo que has dejado la tarjeta tiritando. –Dice sin dejar de mirarme. –¡Te has comprado hasta una liga!
-Todas las novias llevan una ¿No? –Contesto sonriendo.
-Pero a ninguna le sienta tan bien como a ti. Estás increíblemente…
-¿Sexy? –Digo terminando su frase.
-Sí. Increíblemente sexy. –Repite un poco asombrado al no estar acostumbrado a oírme decir ese tipo de cosas sobre mi cuerpo.
-Bien, ahora déjame a mí deleitarme con tu cuerpo ¿No?
-Es que… Ahora me da un poco de vergüenza, Anna. Ya sabes, las comparaciones son odiosas. –Dice bromeando.
-Venga, va. No será para tanto.
-Anna. Llevo unos bóxers de muñequitos.
-Bueno, tú déjame verlos. –Digo acercándome a él para besarle y le desabrocho el cinturón del pantalón mientras Dani se quita la camisa. Dejo caer los pantalones al suelo y e finalmente él saca los pies.
-Sí… Sí que son feos.
-¡Anna! –Dice suplicándome un poco de compasión.
-No me va a quedar más remedio que quitártelos para no tener que verlos más. –Dani se ríe al entender por fin el por qué de mis palabras y se los quita sin rechistar.
-Ven aquí. –Rodea mi cuerpo con sus brazos y me besa. Yo me agarro a su cuello y él coloca sus manos en mis piernas para hacerlas subir y rodear con ellas su cadera. Sube una de sus rodillas a la cama y nos tumba en ella con la mayor delicadeza que mi peso le permite.
-Hasta que la muerte nos separe. –Dice sin dejar de mirarme a los ojos.
-Incluso después de eso. –Me besa apretando sus labios con fuerza contra los míos como si quisiera demostrar lo mucho que me quiere y desliza su boca rozando mi piel con sus labios bajando por mi cuello hasta mi pecho e incluso más abajo. Clavo mis uñas en el colchón disfrutando de sus movimientos y cuando vuelve a subir veo que sostiene una de mis margaritas con la boca.
-¡Pero qué tonto eres! –Digo entre carcajadas. Escupe la flor y me besa. –¡Ahora sabes a hierba! –Separo su boca de la mía agarrándolo por la barbilla.
-¡Ah! ¡Que no te gusta el sabor a hierba ahora! ¿No? ¡Ah, no! ¡Que no te gusta, no! –Me vuelvo a reír.
-Jajajajajajajaja. Me gusta todo a lo que sepa tu boca. –Le acerco de nuevo y le beso.
-Tomo nota para cuando como chistorra.
-No, no tomes nada.
-¿No te tomo a ti?

-Tómame siempre que quieras.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Capítulo 46. Para siempre.

Intento caminar lo más erguida posible a pesar de que no paran de temblarme las piernas y llego hasta el ascensor. Pulso el botón y segundos más tarde las puertas se abren ante mí. Entro, me miro al espejo y, por primera vez en mi vida, puedo decir que estoy realmente a gusto conmigo misma. Me doy la vuelta y  miro mi espalda descubierta en el reflejo. Me encanta el detalle de la pedrería en la parte más baja, que va subiendo por el filo de la tela hasta los tirantes trenzados y se une por debajo del pecho dándole así un toque griego. En cambio, la seda del resto del vestido hace que tenga una caída hasta el suelo que le aporta la elegancia que yo buscaba. Ha sido una suerte encontrarlo y que la dependienta me enseñara también estos maravillosos zapatos. Levanto un poco el pie derecho y subo la tela del vestido para poder observarlos mejor. A pesar de que no sean de la misma colección, parece que están hechos el uno para el otro, los dos del mismo estilo. Blancos con un poco de pedrería creando una sintonía entre la elegancia y la sencillez.
De repente me doy cuenta de que el ascensor no se mueve y por fin pulso el botón de la última planta. Durante el trayecto, arranco algunas margaritas del ramo que me dejó Dani en el pasillo y me las pongo en el pelo. Es una persona tan especial que sin ni siquiera saberlo hace que todo lo que está a su alrededor quede perfecto, como acaba de hacer ahora dándole el último toque a mi peinado.
El ascensor se para y las puertas se abren ante mí. Salgo de él y giro por el pasillo que da a nuestra suit, pero ahora la decoración es muy diferente a la que había ayer. Los cuadros que hay en las paredes ya no son de flores ni paisajes. Ahora son todo fotos nuestras de cuando empezamos a trabajar juntos y, a medida que voy caminando, las fotos son cada vez más nuevas. Avanzar por este pasillo es como ver una exposición de los momentos más felices de mi vida y no puedo evitar que los ojos se me humedezcan. Me tomo mi tiempo observando cada fotografía, recordando cada momento. Nuestras caras, nuestras sonrisas, nuestras miradas… Estaba claro que éramos el uno para el otro y no quisimos darnos cuenta.
Se acaban las fotos y llego a la puerta de la habitación. Miro hacia atrás buscando a Dani, pero no lo veo. No sé donde está hasta que me doy cuenta de que la puerta está entreabierta. La abro despacio, con miedo y nervios al mismo tiempo. No tengo ni idea de lo que me voy a encontrar, pero este momento está siendo tan maravilloso que no quiero que se acabe nunca.
Miro hacia el frente y le veo justo delante de mí, a menos de dos pasos y con una sonrisa tan verdadera que le hace estar más guapo que nunca. Respira hondo, se acerca a mí, me coge la mano y clava su rodilla en el suelo.
-Anna, estás preciosa.
-Dani, no sé qué decir. –Justo cuando empiezo a hablar se me escapan todas las lágrimas que había logrado contener hasta ahora.
-¿Sabes? Quizás antes no te lo pedí de la forma más romántica del mundo, pero te puedo asegurar que lo hice desde el corazón. Ahora quiero hacerlo como siempre quisiste que fuera. –Me besa la mano y me vuelve a mirar a los ojos. –Anna Simon Marí. –Yo asiento con la cabeza incluso antes de que termine la frase. -¿Te quieres casar conmigo?
-Sí. Sí quiero. –Contesto casi sin voz. Dani suspira aliviado, como si en algún momento hubiera habido una posibilidad de que le dijera que no y yo siento la necesidad de abrazarle y sentir sus brazos rodeando mi cuerpo, así que tiro de su mano para que se levante y me lanzo a él. Le aprieto fuerte contra mí y noto que está temblando tanto como yo. Que esto también es importante para él.
-Dani, qué guapo estás. Siempre te han sentado genial los trajes de chaqueta, pero es que hoy… Hoy tienes un brillo especial.
-Tú me haces brillar. –Nos separamos y alza mi mano para hacerme girar sobre mí misma. -¿Y tú?  ¿Tú no brillas?
-No sé, dímelo tú. –No podemos dejar de mirarnos a los ojos. De decirnos “te quiero” con la mirada.
-¿Qué te voy a decir que ya no sepas, Anna? Estás realmente preciosa. Ni siquiera tengo palabras para expresarte lo que están viendo mis ojos.
-Están viendo a una mujer enamorada.
-A la mujer más increíble del mundo. –Me sonrojo un poco y Dani lo nota. -¿Te apetece que empecemos ya la ceremonia? –Dice estirando el brazo hacia el fondo de la habitación para que no nos quedemos junto a la puerta y es entonces cuando me doy cuenta de que está todo decorado con flores blancas a juego con mi ramo.
-Dani, en serio, está todo precioso. Me encanta.
-Te mereces esto y más, mi niña.
-No sé si algún día te cansarás de decirme lo importante que soy para ti. –Digo bromeando. –Se acerca a mí y me coge las dos manos ayudándome a sujetar las flores.
-Es nunca, te lo aseguro. Y por eso te he preparado esto, Anna. Ya sé que esto no es una iglesia. Ni siquiera tenemos un papel que firmar, pero es que mi amor va más allá de todo eso. Mi amor no cabría ni en el más grande de los edificios porque sólo cabe dentro de tu corazón; y mi amor no se puede escribir en un papel porque ni la más bella de las poesías conseguirían explicar lo que siento por ti. Anna, te estoy prometiendo amor hasta incluso después del “para siempre”, pero desde que me besaste aquella vez en el parque supe que esto sería así, que me acababas de enganchar a tus labios y que nada en el mundo podría hacer jamás que me separara de ellos porque son los que me hacen sonreír cuando los veo al despertarme o cuando los recuerdo si no estás. Porque de esos labios han salido las palabras más bonitas que hayan podido oír nunca mis oídos. Supe que me estabas hechizando con el azul de tus ojos y que me iba a perder en ellos cada vez que los mirara; que no iba a encontrar la salida porque ni siquiera intento buscarla. Me quiero quedar buceando en ella, dejando que me llene de vida, me vuelva loco y luego me devuelva la cordura.
Eso es lo que quiero para el resto de mi vida, Anna. Por eso es por lo que me voy a esforzar cada día, para poder merecer tenerte a mi lado.
-Dani, no te tienes que esforzar. Eso ya te lo has ganado más que de sobra porque me has demostrado millones de veces que me complementas. Que no estoy entera si me faltas. La vida es más bonita cuando la veo a través de ti, de tu forma de ser, de estas locuras que me hacen disfrutar como yo nunca lo haría. Quiero reírme hasta que me duela, tomar café contigo cada mañana, whatsapp tuyo o una llamada y ponerme nerviosa por saber de ti, ver anochecer abrazada a ti, pero también ver cómo amanece, soñar contigo, cogerte de la mano cuando caminemos por la calle, sentirme protegida cuando me despierte en mitad de la noche y vea que estás a mi lado, escuchar el sonido del agua cayendo en la ducha y saber que eres tú. Te quiero a ti y todo lo que significas, Dani. Y sé que eso es lo que voy a querer siempre porque este tipo de cosas se saben, se sienten dentro. Tú y yo sentimos eso, mi amor. Siento que somos uno y que siempre lo vamos a ser.
-Entonces… ¿Estás segura?
-Más segura que nunca. –Se mete una mano en el bolsillo y la saca con el puño cerrado. Luego la abre y me muestra un par de anillos en el centro de su palma.
-¿Empiezas tú? –Cojo uno con cuidado para que no se caiga el otro y veo que tiene una inscripción por dentro. Me lo acerco un poco a la cara para poder leerlo. “Tan diferentes como unidos”. Una lágrima cae por mi mejilla.
–Dani, te prometo que te voy a amar siempre, pase lo que pase. Que siempre serás mi vida. –Estiro su dedo y le coloco el anillo. Ahora es él quien sostiene mi mano mientras me mira a los ojos.
-Anna, tú siempre vas a ser mi vida, vas a ser mi todo. Mi amor ya lo tienes porque ya te he entregado mi corazón, pero te prometo que voy a dedicar el resto de mis días a cuidarte como te mereces. Voy a hacerte feliz, Anna.
-Ya lo soy, mi amor.
-¿Puedo besar a la novia? –Dice sonriendo de medio lado.
-Puedes besar a la novia. –Une sus labios con los míos mientras sonreímos en el beso. Me agarra la cintura y me echa hacia atrás volcando su cuerpo sobre el mío.
-Dani, esto es para siempre. Lo sabes ¿No?

-Para siempre.

lunes, 2 de diciembre de 2013

Capítulo 45. Ha llegado el momento.


Llego al hall del hotel cargada de bolsas, sonrío al recepcionista cuando paso por delante del mostrador y me dirijo al ascensor. Cada segundo que pasa hace que el corazón me lata mil veces más rápido y es que creo que jamás en mi vida he estado tan nerviosa e inquieta.  No paro de imaginarme a Dani esperándome en la puerta de la habitación guapísimo como siempre. O quizás me esté esperando dentro, o en el ascensor ¿Y si todavía no ha vuelto al hotel? No me importa, le esperaré encantada. Me esconderé para que no se sienta culpable al ver que me ha hecho esperar y fingiré que he llegado después que él.
-Disculpe, señorita Simon. –Dice el recepcionista. Todavía me resulta extraño que en el poco tiempo que llevo aquí ya se haya aprendido mi nombre, pero me gusta. -¿Puedo ayudarle con las bolsas? –Extiende sus brazos hacia mí para quitarme un poco de peso.
-No, gracias, no se preocupe. Ya puedo yo sola. –Contesto sonriendo para agradecerle el gesto de amabilidad.
-Insisto, señorita. No querrá llegar cansada a su boda ¿Verdad? –Dice mientras sonríe satisfecho al ver que me sonrojo.
-¿Qué? –Me quedo paralizada ¿Cómo lo sabe? ¿Se lo ha dicho Dani? ¿Y para qué se lo ha dicho?
-Si me permite un consejo, póngase guapa antes de llegar a la habitación porque su novio está ya allí.  –¡Es cierto! ¿Cómo me voy a vestir allí sin que Dani me vea?
-¿Y dónde me visto? –Digo preocupada.
-No se preocupe por eso, puede entrar en uno de los servicios que tenemos en esta planta. –Se queda pensando unos segundos y continua. –O puedo dejarle la llave de una de las habitaciones que tengo ahora mismo libres, pero en ese caso no podría decírselo a nadie. –Dice sonriendo pícaramente.
-¡Sí, por favor! ¡Muchas gracias! –Le doy un abrazo sin pensármelo y veo que se queda un poco aturdido. No debe estar acostumbrado a que sus clientes se lancen así hacia él, pero quizás nunca antes haya hecho un favor tan importante como el que me va a hacer a mí. Cuando me separo de él me regala una sonrisa sincera, coge las bolsas de mis manos y se gira.
-Acompáñeme. –Comienza a caminar y yo le sigo hasta que llegamos al ascensor. Hace un gesto con la mano para que yo entre primero y luego lo hace él. Pulsa el botón de la primera planta y permanecemos en silencio durante el corto trayecto. Salimos por un pasillo, giramos a la izquierda y se para justo delante de la habitación número 03. No puedo evitar acordarme del primer programa de Tonterías las Justas que se estrenó el 3 de mayo, el comienzo de mi nueva vida. –Aquí tiene la lleve, señorita. –Me sorprende ver que, efectivamente, es una llave y no una tarjeta como la que tenemos Dani y yo en la suit, pero la cojo sin decir nada y le doy las gracias al recepcionista.
-¿Desea algo más?
-No, gracias de nuevo.
-Me despido entonces.
-Oiga… -Digo antes de que se vaya. -¿Cómo es que llevaba la llave encima y no estaba con el resto de las llaves en l recepción? –Quizás no sea una pregunta muy adecuada, pero tengo curiosidad por saber la respuesta.
-Su novio me dijo que le haría falta. –Me quedo paralizada sin saber qué decir. –Y veo que no se ha equivocado… Debe conocerla demasiado bien. –Sonríe encantado de formar parte de esta historia de amor.
-Sí, eso parece. –Se me escapa una sonrisa avergonzada y orgullosa de poder tenerle a mi lado, pero por otro lado, está más que claro que lo del vestido ya no es una sorpresa… Al menos no se imagina cómo es, o eso creo. Me quedo un rato dudando hasta que finalmente decido no pensar más en eso. Es imposible que me haya visto comprándolo y esa sería la única forma de saber cómo es.
-No le distraigo más, señorita. Si desea algo ya sabe donde puede encontrarme.
-Sí, no se preocupe ¡Muchísimas gracias! –Contesto ya casi dentro de la habitación ilusionada como una niña pequeña esperando a que le den un regalo. Estoy nerviosa, eufórica, intrigada, feliz; pero sobre todo enamorada, y ese es el único sentimiento por el que me dejo guiar desde que Dani entró así, tan de golpe en mi vida, sin avisar ni nada arrasando con todo y llevándose mi lado racional para que no pueda usarlo nunca más cuando estoy con él.
Me meto corriendo en la ducha para refrescarme un poco después de toda una tarde de compras, pero lo hago todo lo más rápido posible para que me dé tiempo luego a arreglarme tranquilamente. Rodeo mi cuerpo con la toalla, salgo del baño y me seco el pelo. Saco el vestido de la bolsa y lo observo sujetándolo con la percha. Menos mal que la dependienta me ha dado una de estas bolsas en las que la ropa va totalmente estirada porque la verdad es que ahora mismo no tengo tiempo para ponerme a planchar. Saco de la caja los zapatos que compré en la misma tienda y los coloco justo debajo del vestido. Estiro el brazo intentando alejarme lo máximo posible para poder observar mejor el conjunto y me resulta totalmente imposible borrar la sonrisa de mi cara al pensar en la mirada de Dani cuando me vea así vestida.
Me tumbo bocarriba sobre la cama con los brazos estirados y respiro hondo disfrutando de este momento maravilloso, pero cuando miro hacia mi lado izquierdo, veo una nota sobre la mesilla de noche. Me acerco a cogerla y la leo.
Mi niña, espero que te esté gustando el vestidor que te he buscado. En el primer cajón del armario encontrarás todo lo que te pueda hacer falta.
Nos vemos en un ratito.
Te quiere, Dani.
Me levanto corriendo de la cama  y abro el cajón intrigada por saber qué puede haber. Al verlo sonrío y lo saco todo, las tenacillas para el pelo, un maletín lleno de maquillaje, crema hidratante y una tarjeta pequeña en la que se puede leer:
Vale por una vida llena de desayunos juntos.”
Sonrío una vez más, saco el móvil del bolso y le llamo. Tengo que esperar unos cuantos tonos pero al fin contesta.
-Hola mi niña ¿Qué te pasa?
-Que necesitaba decirte que te quiero –Le escucho reírse al otro lado del teléfono.
-Yo también te quiero, Anna.
-¿Qué estás haciendo? –Digo con bastante curiosidad.
-Nada… aquí tumbado en la cama esperándote.
-Entonces no te importará que me pase por allí un poco antes ¿No? –Digo sabiendo que me está mientiendo.
-No, es que… Aún me tengo que duchar.
-Bueno, podemos ducharnos juntos.
-No Anna, prefiero ducharme sólo.
-¡Uy! ¡Voy a apuntarlo en mi diario, que esto es algo que no pasa todos los días!
-Va, Anna, no seas boba. Nos vemos a las ocho ¿Vale?
-Está bieeeeeeeeeen. –Digo fingiendo resignación aunque en realidad he conseguido las dos cosas que quería: Hablar con él y ponerle un poco más nervioso diciéndole que voy a aparecer por allí antes de tiempo.
-Anna, te tengo que colgar.
-Sí, que te tienes que duchar ¿No? –Digo en tono de burla haciéndole ver que no me lo he creído.
-Sí… eso. –Contesta no muy convencido.
-Un beso.
-Te quiero, mi amor. –Los dos colgamos y yo me llevo todos los instrumentos al cuarto de baño. Me marco los rizos cuidadosamente hasta que quedan perfectos y me maquillo realzándome la mirada, como a él le gusta. Como algo de fruta que hay sobre la cómoda para relajarme un poco; y es que desde que el reloj ha marcado las 19:30 estoy tremendamente nerviosa, pero por fin ha llegado el momento. Me visto, me subo a los tacones y salgo de la habitación.
Cierro la puerta con la llave y cuando me doy la vuelta, veo una mesita con un ramo de flores y otra nota justo enfrente de mí, en medio del pasillo.
“Quizás también necesites esto ¿No?”
Vuelvo a dejar la nota sobre la mesa, cojo el ramo con cuidado y respiro hondo antes de entrar en el ascensor.

Ya son las ocho y cinco. Ha llegado el momento.