martes, 29 de octubre de 2013

Capítulo 38. Tú ganas

Espiro e inspiro lentamente, relajada, disfrutando de cada segundo que pasa porque no puedo ser más feliz. No existe mejor almohada que el brazo de Dani y nada me hace sentir más en paz que el hecho de que nuestras manos estén jugueteando entrelazadas. Somos dos que han decidido amoldarse para poder acabar siendo uno y eso se nota hasta en nuestra respiración completamente acompasada.
Poco a poco se ha ido haciendo de noche y el cielo está ya totalmente oscuro, pero no tenemos intención de irnos a casa, todavía no. Antes tenemos que decirnos un millón de veces más que nos amamos, que nunca nos vamos a separar a pesar de las dificultades a las que nos tengamos que enfrentar y que nunca antes habíamos sentido por otra persona lo que sentimos ahora.
Me encanta mirarle. Quedarme observándole sin decir nada. Simplemente imaginando qué podrá estar pasando por su cabeza; planeando un fin de semana en algún lugar romántico para poder agradecerle todo lo que me aporta cada día; intentando aprender a no tener miedos con él porque no son necesarios; aguantar el deseo que me provocan sus labios para no estar besándole a cada momento.
Me acomodo un poco para poder mirarle mejor y él gira su cabeza hacia mí, regalándome una de sus mejores sonrisas. Le acaricio el mentón mientras él vuelve a mirar el manto de estrellas que nos rodea esta noche y yo hago lo mismo.
-¿No te sientes pequeño rodeado de tanta grandeza?
-A veces sí, pero a tu lado me siento grande, Anna.
-Yo también me siento grande contigo, mi amor. Sé que estoy plena si tú estás a mi lado, pero me refiero a que si nunca te has planteado la cantidad de kilómetros que nos separan de las estrellas que estamos mirando ahora mismo. No sé… lo fácil que es ver el cielo desde cualquier punto del mundo y lo difícil que es tocarlo.
-Yo toco el cielo cada vez que me sonríes, cuando me besas, cuando me despierto contigo.
-Dani… No sé qué decir.
-No hace falta que digas nada. Sólo déjame seguir tocando el cielo cada día. –Apoyo mi cabeza en su pecho para estar más cerca de él y rodeo su cintura con mi brazo.
-Eso dalo por hecho. –Me besa en la cabeza y comienza a acariciarme el pelo. Nos quedamos unos minutos en silencio hasta que se me ocurre una pregunta. –Dani, siempre hablamos de nuestro futuro juntos ¿Pero alguna vez te has planteado el pasado? Es decir, que si antes de empezar a salir pensaste en mí como en algo más que una amiga.
-¿A qué viene esa pregunta?
-No sé. –Digo mientras me encojo de hombros. –Simple curiosidad.
Pues… antes eras mi amiga. Yo tenía mis rollos de vez en cuando y luego empecé a salir con Cris. No voy a negar que siempre me has resultado una chica muy atractiva, pero nunca pensé que nuestra relación pudiera llegar a algo más.
-Ya…
-¿Qué pasa? ¿Tú sí lo pensaste?
-Bueno… No… No en eso concretamente.
-¿Entonces? –Puedo ver que sonríe, que le hace gracia imaginarme un par de años atrás enamorada de él, pero no fue eso realmente lo que yo sentí.
-Entonces nada. No te hagas ilusiones porque nunca llegué a pensar en ti como lo hago ahora. –Quizás me he puesto un poco seria, pero no me siento cómoda hablando de esto… Ni siquiera sé por qué se lo he preguntado a él.
-Venga, Anna, confiesa que estabas loquita por mí. –Se sienta sobre el césped y pone su cara justo arriba de la mía, con una mano a cada lado de mi cabeza para que no pueda escapar de este interrogatorio.
-No tengo nada que confesar.
-¿Entonces a qué ha venido esa pregunta?
-A nada… simplemente me ha venido a la cabeza y ya está.
-Jajajaja ¡Eso no te lo crees ni tú, Simon! –De repente, empieza a hacerme cosquillas por todas partes y a pesar de que intento aguantar, es imposible que no se me escape ninguna carcajada. -¡Vamos! ¡Confiesa si no quieres que estemos así hasta que amanezca!
-¡Vale! ¡Vale! ¡¡Confieso!! –Por fin para y puedo respirar tranquila –Pero antes necesito un beso, que dicen que vienen muy bien para la memoria.
-¿Un beso como estos? –Dice mientras acera su cara a la mía y une nuestros labios dejando que ambas lenguas se encuentren. Yo coloco mis manos en su cadera y recorro lentamente su espalda por dentro de la camiseta hasta que llego a sus hombros y hago un poco de fuerza hacia mí para que pegue su cuerpo al mío. Él me entiende sin necesidad de hablar y obedece al instante. Nos seguimos besando, cada vez con más ganas de saborear al otro. Dani coge mis manos y las coloca arriba de mi cabeza, las sujeta con fuerza con una sola mano y utiliza la que le queda libre para agarrar mi barbilla y estirar mi cuello, el cual comienza a besar haciendo que mi respiración sea cada vez más agitada. Vuelve a subir a mi boca, me besa y sin despegar sus labios de los míos, sonríe.
-¿De verdad creías que esto te iba a servir para no contestarme?
-Vamos, Dani, olvídalo. –Le beso con la esperanza de que él haga lo mismo, pero se limita a sonreír mientras niega con la cabeza. –Al menos suéltame las manos para estar más cómoda. –Digo al mismo tiempo que rozo mi nariz con la suya intentando ablandarle un poco.
-Hasta hace un rato no te incomodaba que te pusiera las manos así. Incluso me atrevería a decir que te gustaba. –Me susurra al oído. Yo me quedo callada pensando alguna forma  de hacerle cambiar de opinión para que me suelte, pero lo único que consigo es que se dé cuenta de estoy totalmente bloqueada y sólo consigo pensar en sus besos.

-Está bien, está bien… Tú ganas.

domingo, 27 de octubre de 2013

Capítulo 37. Me muero de ganas.

-Pues… Ya estamos aquí. –Digo mientras abro la puerta y salgo del coche al mismo tiempo que lo hace Dani. -¿Qué te parece?
-Así que aquí jugabas tú cuando eras pequeña ¿No? –Pregunta intentando que no se le note la sonrisa que se le escapa de los labios.
-Sí –Contesto a regañadientes sabiendo perfectamente lo que va a decir ahora.
-¿En Mollet no tenéis parques ni cosas normales para que los niños jueguen? –Dice entre carcajadas.
-Idiota. –Camino unos cinco metros y me siento en el césped rodeando mis rodillas con los brazos y miro al horizonte. Observo cada árbol, cada piedra, los senderos que se han ido formando a causa del desgaste por el paso de la gente. Incluso sigue estando la cabaña en la vivía el señor que se encargaba de adecentar todo esto, aunque ahora parece que esté abandonada. Todo ha cambiado desde la última vez que vine, pero aún así sigo sintiendo este sitio como mío, como parte de mi infancia. –Hacía mucho que no venía aquí. –Dani se sienta a mi lado y pasa su brazo por encima de mis hombros. Yo me acomodo acercándome más a él y acurrucándome en su cuello.
-Es un sitio muy bonito, Anna. –Me da un beso en la cabeza.
-Pero lo noto cambiado.
-Todo cambia con el paso del tiempo, pero la esencia sigue siendo la misma ¿No? ¿O no es igual de bonito el atardecer que estamos viendo ahora que el que veías tú cuando eras pequeña? –Asiento con la cabeza mientras me incorporo un poco para poder mirarle a los ojos.
-Ahora ya no sólo es bonito, Dani. Ahora es mágico porque estás tú.
-Entonces la magia existe.
-Contigo, sí.
-¿Soy mago entonces? –Dice sonriendo.
-Algo así… -Contesto siguiéndole el juego. –Eres el mago Melchor de mi castillo particular.
-Soy mago y bufón. Sirvo para todo jajaja.
-Sirves para todo lo que te propongas, mi amor.
-Pues no sé cómo le va a sentar a la corte que la princesa esté liada con el mago bufón.
-Eso no importa. –Le beso mientras hago que se recueste sobre el césped. –La princesa se ha enamorado y es ella quien decide a quién quiere besar.
-¿Y a quién quieres besar? –Sonríe sabiendo perfectamente la respuesta y yo le beso sin prisas saboreando sus labios. -¿A quién? Es que estaba distraído y no me ha quedado muy claro. –Le vuelvo a besar mientras los dos sonreímos y él me abraza haciendo que el beso sea más intenso hasta que noto bajo mi cadera cómo el estómago de Dani ruge y los dos comenzamos a reír a la vez.
-¿Quieres que comamos ya? –Digo levantándome un poco para ir a por los sándwiches al coche.
-No –Contesta Dani mientras me tira del brazo haciendo que caiga otra vez sobre él. –Prefiero que nos sigamos comiendo a besos.
-Eso no alimenta. –Digo acariciándole el mentón.
-¿Quién necesita alimentarse teniendo a su lado a Anna Simon?
-Vamos, Dani. –No puedo evitar ruborizarme. –Cenamos rápido y luego me puedes dar todos los besos que quieras.
-Trato hecho. –Dice estirando el brazo para darme un apretón de manos. Yo le correspondo haciendo lo mismo y él aprovecha para acercarme más a él tirándome del brazo para volverme  a besar.
-¡No seas tramposo, Dani! ¡Un trato es un trato!
-Vale, vale… Sólo quería tener algo que saborear mientras no estés.
-Pero si no van a ser ni dos minutos. –Digo sonriendo y pensando que si de mí dependiera, tampoco me separaría de él ni aunque fuera un segundo.
-Dos minutos son demasiado.
-Dos minutos no son nada comparados con todo lo que nos queda juntos.
-Siempre sabes convencerme.
-¡Vuelvo volando! –Digo mientras me levanto por fin y camino lo más rápido que puedo hasta el coche. Cojo el bolso con la cena y cuando me doy la vuelta para volver con Dani, le veo ahí, tumbado sobre el césped con los ojos cerrados. Me acerco andando de puntillas sin hacer ruido y me coloco despacio detrás de su cabeza. Rozo mi nariz con la suya y veo cómo sonríe deseoso de mis besos, aunque sigue sin abrir los ojos dejando que sea yo la que tome el mando. Le acaricio la cara con las dos manos y acerco mi boca a su oído.
-Ya estoy aquí. –Digo susurrando. Le doy un suave beso en los labios -¿Se te ha hecho muy larga la espera?
-No tanto como me esperaba porque he estado pensando.
-¿Pensando? ¿En qué? –Hace que me ponga nerviosa. No me esperaba esa respuesta…
-En ti. –Sonrío aliviada -¿Crees que volveremos a trabajar juntos algún día?
-Ya estamos trabajando juntos. O al menos deberíamos estar trabajando porque el borrador del libro hay que entregarlo y todavía no lo hemos empezado.
-Todavía nos queda tiempo para eso, pero yo me refiero a trabajar juntos todos los días, como antes. –Se sienta sobre el césped y apoya su espalda sobre el tronco de uno de los árboles que tenemos a nuestro alrededor. -Y que almorcemos en familia, bromeando, que hagamos un programa en el que nos lo pasemos genial y que estemos deseando que llegue el día siguiente para poder volver a grabar. –Me siento delante de él y me apoyo sobre su pecho dejando caer mi cabeza en su hombro para que pueda seguir mirando el horizonte conmigo.
-Dani, la vida son épocas. –Le cojo la mano y la beso. –Por mucho que nos duela, esa época pasó y aunque siga habiendo muchos tontacos por ahí sueltos, ya dimos de nosotros todo lo que pudimos dar. Ahora tenemos que seguir trabajando en nuestros nuevos proyectos y acostumbrarnos a estos nuevos horarios de trabajo.
-A lo que no consigo acostumbrarme es a que ya no seamos la pareja televisiva de moda. –Dice bromeando. –Ya no nos hacen vídeos en Youtube.
-¡Martíneeeez! ¡Que te encanta recibir el cariño de la gente y ahora te da pena que ya no tengas el tirón de antes! Jajajajaja
-Perdona, pero estás hablando con la persona que tiene 1.549.688 followers en Twitter ¿Tengo o no tengo tirón?
-Bueno, bueno… Eso no significa que sigas teniendo los mismos fans que antes. –Digo picándole.
-Tengo los fans que me quieren de verdad y con su cariño me sobra para estar contento con mi trabajo.
-¿Ah, sí? Entonces yo no pinto nada aquí. –Digo intentando parecer lo más seria posible mientras me alejo un poco de él.
-Cariño. –Me agarra del brazo para que no me pueda ir. Giro la cabeza y me quedo mirándole a los ojos esperando que hable. –No intentes disimular porque sé que eres mi fan número 1 y sin tu cariño no soy nada.
-¿Sin mi cariño? Pero si yo por ti no siento nada, Martínez. –Me mira incrédulo aunque sabe perfectamente que estoy mintiendo y que lo que quiero es que busque mis besos como sólo él sabe hacerlo.
-Todos saben que estás loca por mí, Anna. No puedes intentar esconderlo.
-Qué creído te lo tienes ¿No?
-Sólo me creo lo que me dice tu mirada.
-¿Y qué te dice mi mirada? –Sigo haciéndome la dura, aunque por dentro me está derritiendo con sus palabras y el hecho de que cada vez que habla se vaya acercando más a mi boca hace que me cueste seguir fingiendo.
-Pues me dice que te encanta montar todo este numerito para que te diga que te amo con todo mi corazón y que estás deseando que me lance a darte un beso.
-¿Y dices que mi mirada nunca miente?
-Jamás.
-¿Entonces a qué esperas para darme ese beso? –Sus labios están ya rozando los míos, pero no voy a ser yo quien se rinda y dé el paso. Esta vez voy a aguantar hasta que Dani no pueda más.
-¿Y quién te dice que yo quiera besarte?
-¿No quieres?

-Me muero de ganas.

martes, 22 de octubre de 2013

Capítulo 36. ¿Y ahora?

-¿Qué tal si vamos a mi casa, preparamos unos sándwiches y te enseño el bosquecito donde yo jugaba cuando era pequeña? Cenamos allí  y luego te doy muchos mimitos. –Le doy un beso. –Muchos, muchos mimitos. –Otro beso, este más largo e intenso que el anterior.
-Me parece estupendo, mi niña. –Nos besamos una vez más y nos dirigimos al coche. Una vez dentro, comienzo a conducir camino de mi casa mientras Dani me cuenta que mi padre se ha portado genial con él y que le ha dicho que tenemos que venir más a menudo a verles; que a mi madre se le veía muy feliz de que estuviéramos juntos; y que, sobre todo, de quien más se ha ganado el cariño ha sido de mis dos sobrinos que no le han dejado respirar ni un momento.
Se le ve muy ilusionado de que todo haya salido tan bien. Creo que en el fondo Dani le tenía ya cariño a mis padres de mucho antes, cuando vinieron a TLJ de público y estuvieron hablando toda la tarde después del programa. Ahí fue cuando mi padre le dio la pulsera que Dani nunca se quita y en realidad siempre he pensado que ese momento fue como una especie de pacto en el que Dani se comprometía a cuidarme a mí los días que estuviera en Madrid y al mismo tiempo le agradecía a mi padre que me hubiera cuidado cuando era más pequeña. La pulsera fue algo simbólico y por eso Dani siempre la lleva encima, para no romper el trato.
-Me alegro mucho de que te lo hayas pasado tan bien.  -Digo posando mi mano en su rodilla.
-He de reconocerte que tenía bastante miedo, pero la verdad es que todo ha ido sobre ruedas.
-Dani, no hace falta que me reconozcas nada ¡Se te veía en la cara desde kilómetros de distancia! -Digo entre carcajadas.
-Sí, tú ríete, que ya me reiré yo cuando te toque venir a León. -La expresión de mi cara cambia por completo, pero por suerte consigo disimular mirando por la ventana para que Dani no lo note. Trago saliva e intento tranquilizarme respirando lentamente. No me lo había planteado antes, pero ahora que lo ha mencionado, puedo saber perfectamente el miedo que sentía él. -¡Anna, Anna! ¿Dónde vas? ¡Que te has pasado ya tu casa!
-¡Perdón! No sé en qué estaba pensando… -Doy la vuelta con el coche y veo que Dani no me contesta. Me resulta raro que no se haya metido conmigo intentando picarme. Le miro tan solo unos segundos para no dejar de prestar atención a la carretera y veo que está mirándome sonriente. -¿Qué pasa? –Digo un poco avergonzada al sentirme observada.
-Que eres preciosa. –Me quedo callada, sin saber bien qué decir. Aparco a pocos metros de mi casa e intento cambiar de tema.
-¿Te vas duchando mientras preparo la cena para llevárnosla? –Digo mientras salgo del coche y me acerco hacia donde está Dani para entrar en casa. Justo cuando meto la llave en la cerradura, veo cómo coloca sus dos manos en la puerta, una a cada lado de mi cabeza y siento su aliento en mi oreja.
-¿Qué prisa hay, Simon? –Se me eriza la piel al instante en el que le oigo susurrar. Me giro sobre mí misma y él aprovecha para acercarse más a mí, dejándome pegada a la puerta. Me besa de forma tan intensa que me tiemblan las piernas y se me queda la mente en blanco por unos segundos.
-Dani, aquí no. Nos puede ver alguien y ya sabes que no me gusta airear mi vida privada por ahí.
-Pero Anna, si ya lo saben todos… Hasta fuimos Trendinc Topic durante cuatro días.
-Que lo sepan todos no significa que tenga que ir exhibiéndome por ahí.
-Tienes razón. –Baja los brazos y se separa de mí agachando la cabeza. –Lo siento. –Entramos en casa, espero que cierre la puerta y me lanzo a él. Le beso con las mismas ganas  que tenía hace unos segundos, pero ahora lo hago sin preocupaciones.
-Aquí me puedes hacer lo que quieras.
-Entonces voy a hacerte feliz.
-Siempre soy feliz cuando estoy cerca de ti. –Acerca su boca a la mía, haciendo que nuestros labios se rocen y me aprieta fuerte contra él.
-¿Ahora eres más feliz?
-Increíblemente feliz. –Me besa. Es él quien tiene el mando  yo me dejo hacer. Baja sus manos desde mi cintura, recorriendo la cadera y llega hasta mis piernas. Las agarra con fuerza y me levanta del suelo rodeando su cintura con ellas.
-¿Y ahora?
-Ahora no podría ser más feliz. –Estamos tan cerca que puedo respirar su aliento, sentir su respiración.
-Te prometo que a partir de ahora estaremos siempre así.
-Te va a acabar doliendo la espalda. –Digo bromeando.
-Si a ti no te duele con lo tuyo, no creo que me vaya a doler a mí. –Bajo mis pies al suelo fingiendo estar enfadada y comienzo a caminar mientras me quito la chaqueta.
-Me voy a duchar. Ahora por gracioso te toca a ti hacer los sándwiches.
-¡Eso no te lo crees ni tú! –Dice corriendo hacia mí. Yo salgo corriendo también intentando escapar, pero es imposible. Me coge por la cintura y me va llevando hasta el cuarto de baño mientras yo hago lo que puedo para deshacerme de él; o al menos finjo que lo intento. Poco a poco se va desprendiendo de mi ropa hasta que me mete en la bañera y abre el grifo antes de que me dé tiempo a huir, pero yo aprovecho y cojo el mando de la ducha, apunto hacia Dani y lo pongo empapado mientras está distraído quitándose los pantalones.
De repente se queda quieto y levanta lentamente su mirada hacia mi cara con esa media sonrisa que me enamora. No puedo evitar que me entre la risa nerviosa porque no sé qué estará pasando por su cabeza, pero cuando me doy cuenta, se mete conmigo en la bañera, estando aún vestido y comienza a hacerme cosquillas.
-¡Para, Dani! ¡Para! –Yo intento defenderme echándole agua, pero no consigo que se esté quieto. No puedo parar de reír hasta que me resbalo en el forcejeo. Dani intenta agarrarme para que no me haga daño y al final acabamos los dos en el suelo de la bañera, uno encima del otro. Nos quedamos callados mirándonos a los ojos intentando descifrar si el otro se ha hecho daño hasta que levanto la mano con el mango de la ducha y le vuelvo a echar agua por la cabeza. Él sonríe y me besa.

-Prepárate para ser feliz el resto de tu vida. 

domingo, 20 de octubre de 2013

Capítulo 35. Una idea mejor.

Se coloca frente al espejo y, con ayuda de sus manos, se alisa la camisa. Está muy nervioso, pero también preocupado. Se le nota en la cara, en cómo actúa. Su silencio le delata y sus ojos piden a gritos que le lance un salvavidas.
Me acerco a él, colocándome a su lado y le doy un beso en la mejilla.
-¡Qué guapo está mi niño! –Digo abrazándole por la cintura y colocando mi cabeza en su hombro. Nos miramos a los ojos a través de nuestros reflejos en el espejo y yo le sonrío, pero él no me corresponde. –Dani, va a salir todo genial, no te preocupes. Ya sabes que mis padres te adoran, si no, no tendrías esta pulsera. –Levanto un poco su mano para que la vea. Desde que se la regaló no se la ha quitado nunca y eso me encanta.
-No sé, Anna… -Suspira y agacha la cabeza. –Quizás piensen que soy poca cosa para ti.
-Eso no lo digas ni en broma –Coloco mi mano bajo su barbilla y la levanto, obligándole a mirarme a los ojos. –Eres perfecto para mí y siempre lo serás. Mis padres son felices si yo lo soy y no hay nadie más que tú que consiga hacerme sonreír de esta forma. –Le regalo una de mis sonrisas más sinceras. Dani pega su frente a la mía y hace que nuestras narices se rocen. Me da un pico suave, pero antes de que nuestras bocas se separen, abro un poco la mía y hago que nuestras lenguas se encuentren, tomando así el control del beso.
-Anna, por favor ¡Un poco de compostura que vamos a casa de mis suegros! –Dice bromeando.
Cuando los dos estamos listos, salimos de casa y decidimos coger el coche para que no nos tengan que esperar mucho más. De camino a casa de mis padres, paramos en una pastelería y compramos dulces para el postre.
-¿Seguro que estos son los que les gustan a tu familia?
-Dani, los conozco desde hace 31 años.
-Vale, vale… Pero luego no me eches las culpas a mí ¡Eh! Como a tu padre no le guste el bizcocho borracho te lo vas a comer tú.
-Yo es que prefiero comerte a ti. –Digo dándole un beso. Sé que está muy nervioso y prefiero cambiar de tema en lugar de ponerme a discutir con él. Al fin y al cabo está haciendo esto por mí y yo se lo tengo que agradecer de alguna forma.
Por fin llegamos a la puerta de la casa de mis padres, pero justo antes de llamar al timbre, se queda parado, como si estuviera petrificado. Le agarro la mano con fuerza y gira su cabeza rápidamente hacia mí. Yo le sonrío y él acaba haciendo lo mismo hasta que al final acaba pulsando el botoncito para hacerlo sonar.
Segundos más tarde, es mi madre quien abre la puerta y cuando me doy cuenta ya está abrazando a Dani y llenándolo de besos por toda la cara.
-¡Dani, qué alegría volver a verte! ¡Por fin mi hija se ha dado cuenta de lo que tenía a su lado todo este tiempo!
-Mamá, por favor. –Digo un poco avergonzada.
-No la dejes escapar ¡Eh! Ya sabes que es un poco cabezota para algunas cosas, pero yo sé que te quiere mucho. –Yo ya no sé dónde meterme ni qué hacer para que mi madre cambie de tema, pero por suerte veo a mi padre aparecer por el pasillo y me acero a él para darle dos besos.
-¡Hola papá! –Nos fundimos en un abrazo en el que ninguno de los dos paramos de sonreír.
-¿Has venido con tu chico, no? –Dice casi en susurros para que sólo nos enteremos él y yo.
-Sí, pero no te pases mucho con él que está un poco asustado.
-No te preocupes, hija. Ya sabes que Dani siempre me ha parecido un chico estupendo. –Me da un beso en la mejilla y se acerca a darle la mano al invitado. Noto cómo me tiran del brazo y veo que son mis sobrinos. Me agacho y les doy un abrazo a los dos a la vez. -¡Mis peques! ¡Cada día estáis más guapos y más mayores! –Digo mientras me llenan de besos.
-¿Tata, has traído chuches? –Me pregunta Nuria.
-No, cariño. ¡Pero creo que el hombre que está hablando con el abuelo ha traído dulces! Si le dais un beso seguro que después de comer os da un dulcecito a cada uno. Se llama Dani.
-Ya lo sé. Flo siempre decía “¡Esta movida no sería tan movida sin Anna Simon y Dani Martínez!” ¿A qué sí? -Yo asiento con la cabeza recordando aquella época y orgullosa de que mi sobrina todavía se acuerde. Cuando trabajábamos en TLJ ella aún era muy pequeña, pero Otra Movida le encantaba y no se perdía ni un solo programa.
-Venga ¿No vais a querer los dulces? –Nuria sale corriendo hacia Dani y su hermano le sigue detrás un poco tímido.
-Veo que ya lo habéis arreglado todo ¿No? –Me dice mi hermana que acaba de salir de la cocina. Yo sonrío como una niña pequeña y ella me acaricia el brazo. –Me alegro mucho de que volváis a estar bien.
-Le he dicho que me voy a vivir a Madrid. –Digo sin dejar de sonreír. –Cada uno en su casa, con su espacio, pero en la misma ciudad.
-Al final acabaréis durmiendo siempre juntos, ya lo verás. –Dice entre carcajadas.
-Ojalá sea para siempre.
-Eso es algo que sólo podéis decidir vosotros dos.
-¡A comer todos! –Grita mi madre mientras aparta la comida en los platos. Los demás hacemos caso y nos vamos acercando a la mesa. Yo camino hasta donde está Dani y le doy un beso en la mejilla, apretando su cara contra mis labios con la ayuda de mi mano. Parece una tontería, pero este rato que he estado sin él desde que hemos llegado hace que me muera de ganas de comerle a besos.
-Toma Dani, aquí tienes tu plato. Si quieres más sólo tienes que decirlo. –Dice mi madre mientras lo coloca delante de una de las sillas. Dani la separa para sentarse y yo hago lo mismo con la silla de al lado.
-¿Le importa si me siento aquí con usted? –Digo bromeando.
-¡¡No!! ¡Ahí me siento yo!! –Dice Nuria. Cuando me doy cuenta, mis dos sobrinos están sentados uno a cada lado de Dani y él está encantado con la situación.
-¡Cuidado, Anna, que te quitan al churri! –Dice mi hermana bromeando. Finalmente me siento en frente de Dani contenta de que haya conseguido congeniar tan bien con mi familia, pero un poco desilusionada por no haberme podido quedar a su lado. De repente, noto cómo coloca su mano sobre la mía y levanto la mirada para verle la cara. Está sonriendo y me susurra un “te quiero”. Parece que ya no está tan tenso, que se ha dado cuenta de que en mi casa le quieren tal y como es y que les encanta que estemos juntos y a mí eso me alegra tanto que durante lo que queda de almuerzo estoy casi hiperactiva, pero nos lo pasamos increíblemente bien  bromeando los unos con los otros. A veces nos hacen sonrojarnos un poco con preguntas comprometidas que nos dejan en un aprieto, e incluso podría decir que Dani ha pasado con creces la prueba de fuego.
En definitiva, ha sido un día maravilloso. Me ha encantado ver a Dani rodeado de los míos, como si fuera ya uno más de la familia, pero ya es tarde y ha llegado la hora de irnos a casa y quedarnos solos pare disfrutar uno del otro. Nos despedimos de todos y salimos de casa de mi madre cogidos de la mano.
-Anna ¿Por qué no me enseñas Mollet mientras damos un paseo? –Dice Dani mientras me abraza por la cintura. Me besa dulcemente y termina con un pico que va seguido de una preciosa sonrisa.
-¡Se me ha ocurrido una idea mejor!.

lunes, 14 de octubre de 2013

Capítulo 34. Nutella

Me despierto acurrucada en el sofá rodeada por los brazos de Dani. En la mesa del salón todavía están las dos copas y la botella de vino que descorchamos ayer y con la que acompañamos nuestras promesas de amor hasta que nos quedamos dormidos agotados por la intensidad del día que habíamos vivido.
Noto cómo Dani, aún dormido, me aprieta más contra él y hunde su cabeza en mi pelo. Yo me acomodo amoldando mi espalda a su pecho y me deleito con el compás de su respiración. Es un momento perfecto, enamorados a más no poder y con la relación reforzada después de la disputa que tuvimos el otro día. Ahora ambos sabemos lo que es estar sin el otro y por eso apreciamos muchísimo más momentos como este, en los que no es necesario decir nada, ni besarnos ni acariciarnos.  Los dos sabemos  que nos amamos y con eso es más que suficiente.
Me giro con cuidado sobre mí misma, quedando cara a cara con Dani, que sigue durmiendo como un bebé. Recorro su labio inferior con mi dedo índice. Despacio, acariciándolo, le abro un poco la boca para darle un ligero beso, pero cuando me separo de él, sus labios me vuelven a llamar y siento la necesidad de volver a besarle. Lo hago sin pensármelo dos veces  él se despierta sonriendo y devolviéndome el beso.
-Buenos días, mi niña.
-Buenos días, dormilón. –No paramos de besarnos, ni siquiera mientras hablamos.
-Anna… me quedaría pegado a ti toda la vida, pero es que tengo hambre. –Dice poniéndome cara de pena para que le prepare el desayuno. Me levanto del sofá con resignación tras estirarme y aprovecho el camino hasta la cocina para llevarme las copas y la botella de vino. Antes de desaparecer por la puerta del salón, me giro hacia atrás para mandarle un beso y veo que me está mirando el culo aprovechando que sólo llevo puesta la ropa interior.
-¡Oye! ¡No seas guarro! –Digo bromeando. Dani se sonroja al ver que le he pillado y busca rápidamente una forma de excusarse.
-Es que… Te quiero tanto que no puedo dejar de mirarte. –Sonríe algo insatisfecho con su respuesta, pero al parecer es la única que se le ha ocurrido.
-Pues ven a la cocina a ayudarme, anda. Así puedes seguir mirándome. –En realidad no quiero que me ayude, sólo necesito tenerle a mi lado. Con eso me basta.
-Mmmmm… Una cocinera porno. –Se levanta rápidamente y viene corriendo hacia mí. Me abraza por detrás y me da un beso en el cuello. –Ojalá estuviera aquí Valdi para poner esa música que tanto te gusta jajaja. –Dice bromeando.
-Seguro que no te gustaría que Valdi fuera testigo de lo que vamos a hacer ahora. –Digo sonriendo pícaramente.
-¿Qué? -Le agarro de los bóxers tirando hacia mí mientras camino hasta la cocina. Me siento en la encimera y le coloco entre mis piernas. Cojo el bote de Nutella que tengo a mi lado, meto el dedo a modo de cuchara y le mancho los labios para luego limpiárselos con un intenso y pasional beso. Él sonríe haciéndome saber que ya ha entendido por donde va el juego y mete también su dedo en la crema de cacao y avellanas. Luego lo coloca sobre mi barbilla y baja despacio por mi cuello hasta el pecho mientras me mira a los ojos y acto seguido vuelve a hacer ese mismo recorrido, pero esta vez con su lengua al mismo tiempo que se me eriza la piel. Me dispongo a volver a manchar mi dedo de Nutella, pero justo en ese momento suena el teléfono de casa. Dani estira el brazo sin mover los pies del sitio, lo coge de la base y me lo da. Pulso el botón verde para descolgar y me lo coloco en la oreja mientras le acaricio a Dani el mentón con la mano que me queda libre.
-¿Diga?
-Hola, cariño.
-Hola mamá. Qué temprano llamas ¿No? –Dani comienza a besarme el cuello y a acariciarme por todas partes. Me acerca más a él con la ayuda de sus manos, haciendo que mis piernas se abran un poco más para encajar completamente con su cuerpo y no puedo evitar lanzarme a su boca mientras mi madre habla.
-¿Temprano?
-Espera un momento, mamá. –Le interrumpo y pongo el teléfono en la opción “manos libres”, lo dejo sobre la encimera y comienzo ansiosa  a besar a Dani. –Ya. Dime.
-Pues eso, que son las dos y media de la tarde. Que te estamos esperando todos aquí para almorzar. Ayer te volviste a quedar hasta tarde viendo series de esas y te acabas de levantar ¿No?
-¿Qué? N...no. En media hora estoy allí. –Al oír esto, Dani separa su boca de mi cuello y me mira diciendo que no con la cabeza.
-Vale, pero date prisa que ya está la mesa puesta y todo.
-Mamá… ¿Puedes poner otro plato más? ¡Hoy tendremos un invitado!
-¿Al final le dijiste a Lucho que viniera? ¡Qué alegría, hija! Ese chico siempre me ha gustado mucho y se porta genial con los niños. –Dani se separa rápidamente de mí y se apoya en la pared con los brazos cruzados.
-No, mamá, es Dani. Luego hablamos. Un beso. –Cuelgo sin darle oportunidad a contestar y bajo rápidamente de la encimera. Me acero a él, le rodeo el cuello con los brazos y le doy un beso en la mejilla. –Vamos, Dani. Mi madre no ha dicho nada malo, sólo que Lucho es un buen chico y tiene toda la razón. Eso no lo puedes negar.
-No es eso lo que me molesta, Anna. Lo que me molesta es que tu madre ha dejado muy clarito que te estabas planteando invitarle a comer ¿Qué pasa, que si yo no llego a venir hasta aquí el que comería en tu casa hoy sería él?
-Dani, estás sacando las cosas de contexto. –Me mata que siga sin mirarme y con los brazos cruzados, pero yo no dejo de abrazarle. –Ayer en PortAventura nos lo encontramos y pasamos un día estupendo. Mis sobrinos quisieron que viniera a comer un día a casa y yo dije que sí, que ya lo hablaríamos, pero no podía decir otra cosa. Él ya no pinta nada allí, Dani. El que tiene que almorzar hoy con nosotros eres tú porque ahora formas parte de mi vida; y con esto no quiero decir que nunca más vaya a ver a Lucho. Seguramente tomemos algo juntos algún día y obviamente tú estarás invitado, pero eres tú el que tiene que acompañarme hoy, el que tiene que ganarse el cariño de mis sobrinos ahora ¿Entiendes? Esto es muy importante para mí, Dani, y me gustaría que te esforzaras. –Por fin reacciona, coloca sus manos en mi cadera y me besa.
-Va a salir genial. Ya lo verás.
-Gracias, Dani. Te quiero.

-Te quiero.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Capítulo 33. Disfrutar de ti.

Me acerco a él caminando lo más rápido que mi agotamiento me permite, pero cuando me doy cuenta, mis piernas ya están corriendo. Él se queda quieto, sin moverse del sitio, esperándome con los brazos abiertos y una sonrisa en la cara. Yo me lanzo a él y le abrazo sacando fuerzas de no sé exactamente donde, hundo mi cabeza en su cuello y dos lágrimas caen por mis mejillas.
-Ya está, mi niña, estoy aquí. –Dice mientras me abraza también con fuerza. Me agarro a su abrigo apretando las manos con los puños cerrados. No quiero que se vuelva a separar de mí. No puedo dejar que lo haga.
-Te quiero, Dani. Lo siento. –Le beso en los labios. –Lo siento muchísimo. –Le vuelvo a besar. –No vuelvas a dejar que me vaya así, por favor. –Justo entonces recuerdo que he estado todo el camino con el iPhone en la mano esperando una respuesta que no llegaba y me separo un poco de él. Me sonríe sin saber qué está pasando por mi cabeza en este momento hasta que no puedo reprimirme más.
-Dani, no me has contestado.
-Anna…
-No. Anna, no. –Le interrumpo. –He estado todo el día pensando en ti e incluso he intentado ponerme en contacto contigo, pero no he recibido ni una noticia tuya. Ni un whatsapp, ni un tuit ni nada que me hiciera saber cómo estabas. Hasta he llegado a pensar que esto se acababa. –Mis ojos se humedecen cada vez más y aunque intento aguantar las lágrimas, éstas acaban cayendo otra vez. –Sólo necesitaba que me dijeras algo, lo que fuera, pero no has sido capaz de hacerlo.
-No seas egoísta ¿Sabes lo que me ha costado encontrar un billete de avión de un día para otro?
-Pues no te entiendo, Dani, porque si tanto me quieres como para venir hasta Mollet sin planearlo con tiempo, no sé qué te hubiera costado ponerte en contacto conmigo.
-Me quedé sin batería. –Dice poniendo el móvil delante de mi cara. Me quedo sin palabras, sin saber qué decir. Desde que estoy con Dani no paro de meter la pata y poner en riesgo la relación. Me llevo las manos a la cara intentando despejarme un poco, pero no lo consigo; de modo que me siento en el borde de la acera, agotada de la situación. Dani se sienta a mi lado, pasa su brazo por encima de mis hombros y coge mi mano con la otra que le queda libre. Le miro a los ojos con cara de arrepentimiento, pero en sus ojos no veo ira, sino amor y yo me siento más culpable todavía.
-Anna, no llores porque no puedo verte así. Olvidemos esto y sigamos siendo felices como cuando estábamos en mi casa.
-¿Para qué? Si al final voy a meter la pata otra vez.
-No seas tan exigente contigo misma. Los dos tenemos ahora mismo muchos sentimientos que tenemos que canalizar de alguna forma. Me has echado de menos tanto como yo a ti y lo has pasado mal creyendo que me perdías. Yo también he tenido mi momento de enfado ¿Sabes? Pero he pensado que cuando me vieras aquí no te gustaría seguir pasándolo mal, sino comerme a besos. –Se acerca más a mí y roza sus labios con los míos, quedándose en esa posición en la que los dos respiramos el aliento del otro. -¿Quieres comerme a besos? -Yo asiento con la cabeza mientras fijo mi mirada en sus labios. -¿Y a qué esperas? –Dice sonriendo. Yo obedezco y disfruto de su boca como nunca antes lo había hecho. Ahora que sé lo que es la angustia de perderle, saboreo con más ansia la alegría de sentir que está conmigo pase lo que pase. Nos abrazamos, nos acariciamos y disfrutamos el uno del otro sin importaros nada más que nosotros mismos.
-Venga, vamos a dentro que estás temblando de frío… Si me invitas a pasar, claro. –Dice mientras comienza a levantarse.
-No. –Le agarro y tiro de él. –No te vuelvas a separar de mí, por favor.
-Te prometo que no lo voy a hacer nunca, Anna, pero no puedo permitir que te sigas congelando así. –Los dos nos levantamos y Dani me abraza por detrás para darme calor mientras yo busco las llaves en mi bolso y abro la puerta. Entramos, dejo mis cosas en el perchero y veo que Dani está mirando hacia todas partes.
-¡Bienvenido a mi casa! No es gran cosa, pero a mí me gusta.
-Me encanta. –Se acerca a mí y me rodea la cintura con sus brazos. –Pero tú me encantas más. –Me da un ligero beso en los labios y yo sonrío en el beso porque no me sale otra cosa más que sonreír.
-Ven, te voy a enseñar la casa. –Digo cogiéndole del brazo y llevándomelo hacia el salón. De repente, me levanta del suelo dejando caer mi cuerpo en su hombro cual saco de patatas y me suelta sobre el sofá.
-¡Dani! ¡Que me vas a hacer daño! –Digo entre carcajadas
-Eso nunca, mi niña. –Se tumba encima de mí y coloca su cabeza sobre mi pecho. Yo comienzo a acariciarle el pelo y me quedo observándole. Me podría pasar horas así, mirando su cara con los ojos cerrados como si fuera un niño que está agotado de jugar durante todo el día y al llegar la noche cae rendido en la cama. Noto su respiración pausada, tranquila; y veo cómo sonríe con esa sonrisa que ponemos sin despegar los labios, sin ni siquiera darnos cuenta de que estamos sonriendo porque se convierte en algo natural en nosotros cuando realmente estamos felices, cuando no le podemos pedir más a la vida porque nos sentimos completamente llenos y aunque quisiéramos parar de sonreír, no podríamos hacerlo.
-¿Qué quieres hacer? –Con un poco de esfuerzo, consigo agachar la cabeza y le doy un beso en la frente.
-Disfrutar de ti. –Contesta abrazándome más fuerte. –Tenerte lo más cerca posible para que no nos vuelva a pasar lo del otro día. –Dice mientras se apoya sobre sus codos y se acomoda poniendo su cara a la altura de la mía. Yo le beso de la forma más dulce que sé hacerlo, sintiendo todo su cuerpo pegado a mí, pero ahora hasta el más mínimo pliegue de la ropa me estorba. 
-¿Estás muy cansado del viaje?
-Un poco… El camino en tren desde Barcelona hasta aquí se me ha hecho demasiado largo. Me moría de ganas por verte.
-Entonces túmbate y relájate. –Digo mientras me levanto y hago que él se coloque debajo de mí. –Te lo has ganado. –Me siento sobre su cadera y le beso. Me quito la camiseta rápidamente y le vuelvo a besar, dejando que disfrute de mi cuerpo, que lo recorra con sus manos y que note cómo se me eriza la piel al sentir su tacto. Comienzo a moverme dejando que nuestros cuerpos se rocen y voy notando cómo me besa cada vez con más intensidad, deseoso de que nos entreguemos el uno al otro por completo. Me desabrocha el sostén y me deshago de él lo más rápido posible para poder quitarle la camiseta. Le beso en la comisura de los labios, en la barbilla, en el cuello, en el pecho y voy bajando hasta llegar a su ombligo. Le quito los pantalones y él me quita los míos, quedándose sentado y yo sobre él. Me besa el cuello haciéndome disfrutar tanto que no puedo esperar más y bajo mi mano hasta sus bóxers. Él me muerde, me besa y me deja marcas que me excitan aún más. Nos deshacemos rápidamente de la poca ropa que nos queda y es entonces cuando comienzan las embestidas. Una tras otra cada cual más intensa que la anterior, más brusca, más placentera. Soy yo quién está sentada sobre él, pero es Dani quien decide el ritmo colocando sus manos sobre mi cadera manejándola a su antojo y así, con nuestras frentes apoyadas en la del otro y mirándonos a los ojos, llegamos al orgasmo casi al mismo tiempo.
-Te quiero, Anna.
-Y yo me quiero ir a vivir a Madrid.
-¿Estás segura? –Dice apartándome el pelo de la cara.
-A tu lado nada malo me puede pasar.
-Eres preciosa. –Veo cómo le brillan los ojos, cómo su mirada me dice que me ama.
-¿Te apetece un almuerzo familiar mañana? Creo que ha llegado el momento de presentarte en sociedad, como dice mi hermana.

lunes, 7 de octubre de 2013

Capítulo 32. Te echo de menos

Subimos al coche y ponemos rumbo a Mollet donde me espera mi apreciada cama. Estoy agotada, pero ha merecido la pena porque me lo ha pasado en grande con Lucho y mi familia.
Después de montarnos en el Dragon Khan fuimos a mirar las fotos que hacen a cada vagón en la caída más rápida y la verdad es que nuestras caras no tenían desperdicio, así que Lucho compró una para él y otra copia para mí. Luego volvimos con mi familia y mis sobrinos se pusieron muy contentos al volver a verle. Siempre me gustó la buena maña que tiene con los niños y no me cabe duda de que el día de mañana será un padre estupendo.
Mi madre le dijo que tenía que comer más porque se estaba quedando en los huesos, pero es que ella si no le dice eso a todo el que ve, no se queda tranquila; y así, hora tras hora, nos lo fuimos pasando cada vez mejor. Nos montamos en casi todo, compramos algodón de azúcar y nos pringamos unos a otros quedándonos totalmente pegajosos, nos mojamos en las atracciones de agua y bromeamos frotándonos los brazos como si así fuéramos a solucionar el incidente del algodón, e incluso vimos un espectáculo de piratas en el que cogieron a Lucho de entre el público para participar. En ese momento nos reímos muchísimo y luego le dieron un peluche como agradecimiento por haber participado, el cual le regaló a mis sobrinos con una sonrisa de oreja a oreja.
-Tata ¿Sois novios Lucho y tú otra vez? –La voz de mi sobrina me distrae de mis pensamientos.
-No, cariño. Lucho y yo somos amigos.
-¿Y por qué ha venido hoy con nosotros?
-¿Por qué? ¿No te ha gustado que viniera?
-Sí, pero si fuerais novios, vendría más veces como antes.
-Nuria, Lucho está muy ocupado trabajando –Le digo acariciándole la cara. –A él le encantaría estar con vosotros, pero no puede.
-¿Y por qué no le invitamos un día a comer? Así luego podría jugar con nosotros.
-Nuria, deja descansar ya a tu tía que debe estar agotada del viaje. –Dice mi hermana mientras conduce intentando lanzarme un salvavidas que me ayude a salir del interrogatorio inocente de mi sobrina.
-Otro día le invitamos ¿vale? –De esta forma Nuria quedará satisfecha y no hará más preguntas; y quién sabe si mañana recordará esta conversación. La pequeña asiente sonriendo y apoya la cabeza en mi brazo. Yo le acaricio el pelo hasta que se queda dormida y me quedo un rato observándola.
-Te gustaría tener su edad para que todo fuera tan simple como para ellos ¿No? –Me dice mi hermana mientras me mira a través del espejo retrovisor.
-¿Por qué tiene que ser todo tan difícil? –Mi mirada pide auxilio a gritos y Mónica se da cuenta.
-Anna, las cosas no son difíciles. Somos nosotros quienes las hacemos así.
-¿Entonces por qué no puedo estar con Dani? ¿Por qué no me comprende?
-¿Has intentado comprenderle tú a él? –Me quedo callada pensando en lo que me acaba de decir mi hermana y por mucho que me fastidie, tiene razón. No he intentado ponerme en la piel de Dani en ningún momento y en cambio yo le estoy exigiendo que él lo haga conmigo.
-Bueno… No es todo tan simple como parece. –Intento excusarme.
-Anna, hace tan sólo unos días estabas dispuesta a todo por estar con él. Incluso pusiste en riesgo tu privacidad  con el jueguecito ese de Instagram porque estabas tan enamorada que querías que todos lo supiéramos.
-Y lo sigo estando. –Le interrumpo.
-¿Entonces por qué al mínimo problema coges la maleta y te vienes a Mollet? Demuéstrale que le quieres, Anna, que quieres estar con él. A estas alturas deberías saber que el amor también es sacrificio y que os tenéis que amoldar el uno al otro.
-Ya lo sé, pero… también os echo de menos a vosotros. Ni siquiera les estoy viendo crecer. –Digo mirando a mis sobrinos.
-Puedes seguir viniendo los fines de semana como hacías antes y nosotros también podemos ir algún día a verte.
-No, a mi casa mejor que no vengáis que se cae a trozos –Digo bromeando.
-Podemos ir a casa de Dani ¡Ya te digo yo que este no se escapa de nuestro interrogatorio familiar! –Las dos nos reímos y nos ponemos a recordar algunas de las anécdotas de cuando Lucho y Miki iban a casa de mis padres.
Mientras tanto, cojo el móvil y tras pensármelo mucho, finalmente decido mandarle un Whatsapp a Dani.
“Te echo de menos”
Quiero ver qué me dice, cómo reacciona y saber si sigue enfadado conmigo, pero no me contesta. Espero unos minutos con el iPhone en la mano mientras mi hermana me da conversación, pero sigue sin llegarme notificación de ningún tipo. Vuelvo a entrar en Whatsapp y busco la hora de su última conexión. Fue antes de que yo le escribiera, pero me resulta muy extraño que lleve tanto tiempo sin conectarse. Quizás sepa que soy yo quien le ha hablado y no quiere saber nada de mí… Necesito hablar con él cuanto antes y el camino hasta mi casa para llamarle se me hace interminable.
No quiero mirar por la ventana, ni hablar con Mónica, ni jugar con mis sobrinos que ya se han despertado. Sólo quiero sujetar el teléfono con las dos manos mientras clavo mi mirada en él a la espera de que Dani decida contestarme antes de que sea yo quien le llame a él.
No entiendo por qué es tan orgulloso. Ya he sido yo quien ha dado el primer paso diciéndole que le echo de menos. Es decir, que a pesar de estar rodeada de mi familia, me falta él para estar completa ¿Tan difícil de comprender es que le quiero pedir perdón y abrazarle para siempre sin importar la ciudad en la que estemos?
A medida que pasan los minutos, mi estado de ánimo va decayendo, incluso llego a enfadarme un poco por el mal rato que me está haciendo pasar, pero cuando por fin mi hermana para el coche delante de mi casa y miro hacia la puerta, se me olvida el resto del mundo.
Bajo rápidamente del coche sin despedirme ni siquiera de mi hermana y fijo mi mirada en él intentando verle la cara a pesar de la oscuridad de la noche.

-¿Dani?

domingo, 6 de octubre de 2013

Capítulo 31. Antes de que cambie de opinión.

Sé perfectamente quién es. Reconozco su voz, su olor, incluso el taco de su piel.
-¡Lucho! –Me giro y le doy dos besos. -¡Qué alegría verte! –Digo sonriendo.
-Pues no lo parece jajajaja –Me seca las lágrimas  -¿Pero qué le has hecho? –Dice bromeando mientras mira a mi hermana, que responde encogiéndose de hombros.
Bueno, yo… Os dejo solos. –Mónica me abraza y me acaricia el brazo mientras se separa. –Si me necesitas, estoy con papá, mamá y los niños ¿Vale? –Me susurra en el oído. –Hasta luego, Lucho. Me alegro de haberte visto.
-¡Igualmente! –Mi hermana se va y los dos nos quedamos en silencio durante unos segundos hasta que al fin Lucho se decide a hacerme la pregunta.
-¿Quieres contarme algo?
-No, no te preocupes. Estoy bien. –Digo sonriendo de forma sincera por primera vez desde que pasó lo de Dani.
-Bueno, ya sabes que seguimos siendo amigos, así que si en algún momento quieres hablar…
-Tranquilo. Sigo teniendo tu número de teléfono jajajaja. –Nos miramos a los ojos mientras sonreímos durante unos segundos. –Muchas gracias, Lucho.  –Se acerca a mí y me abraza, lo cual me hace sentirme un poco más en armonía conmigo mismo y me tranquiliza. -¿Y qué haces tú por aquí?
-Supongo lo mismo que haces tú ¿No? Disfrutar un poco de las vacaciones. He venido con unos amigos, pero uno de ellos ha decidido quedarse en una terraza tomando unas cañas y los demás le han seguido. Ya sabes que a mí no me gusta quedarme parado en un sitio mucho tiempo, así que aquí estoy disfrutando sólo del parque jajajaja.
-Yo he venido con mi familia, ya lo has visto… -Dudo en hacerle la pregunta por si nos vamos a sentir incómodos, pero realmente me apetece, así que me lanzo. -¿Por qué no te vienes con nosotros?
-Pues… no sé ¿Tú quieres que vaya?
-Seguimos siendo amigos ¿No? –Contesto sonriendo.
-Claro… ¡Tienes razón! ¡Por los viejos tiempos! Además, me apetece volver a ver a tus sobrinos.
-Seguro que ellos también quieren verte. –“A veces me preguntan por ti” pienso, pero no se lo digo. No quiero que parezca que le echo de menos como pareja.
Comenzamos a caminar y ya ni me acuerdo de lo de Dani, o al menos el dolor que siento es menor que antes. Al fin y al cabo, Lucho siempre ha sabido hacerme reir y me lo paso muy bien con él.
-¿Y cómo están las cosas por tu casa? Algún día antes de que vuelvas a Madrid a trabajar tenemos que quedar a tomar algo. Así nos ponemos al día.
-Bueno… es que realmente no sé cuánto tiempo voy a estar aquí en Barcelona. –Me siento culpable por no haberle contado lo de Dani, por decirle que no había nada entre nosotros dos cuando en verdad estaba totalmente loca por él. Le mentí por no hacerle daño, pero le mentí al fin y al cabo; y ahora me tengo que enfrentar a mi mentira.
-¿Y eso? ¿Te ha salido algún trabajo por ahí?
-Es… Sí, algo así. –No he sido capaz de decírselo, no quiero hacerle daño. Como él dijo, quizás sea un poco pronto para afrontar que ya estoy con otro y que no le necesito; aunque otra parte de mí me dice que no se lo he contado porque ni yo misma sé si estoy con otro o no ¿Qué se supone que va a pasar con Dani? ¿Y por qué estoy dando por hecho que  no me voy a quedar mucho más tiempo aquí en Barcelona? Lo que está claro es que así no puedo seguir y que sin darme cuenta me estoy concienciando de que si me tengo que ir a vivir a Madrid para estar con él, lo voy a hacer porque le necesito a mi lado. Quiero verle al despertar, oírle tararear desde otra habitación, desayunar con él, comerle a besos, hacerle el amor, mientras le miro a los ojos, amarle sin preocupaciones. No me importa si es en Madrid o en Barcelona, sólo me importa que sea con él. Meto rápidamente la mano en el bolso para buscar el móvil y decírselo, pero al instante me doy cuenta de que no es el momento más adecuado. Será mejor esperar que llegue la noche y llamarle tranquilamente desde el sofá de casa.
-¿Se me acaba de ocurrir una cosa! –Dice Lucho con una sonrisa de oreja a oreja. Yo le miro intrigada y él me responde dirigiendo su mirada lentamente hacia el Dragon Khan.
-¡No! ¡Lucho, sabes que no! No puedo subirme ahí ¿Estás viendo lo grande que es?
-Si, por eso precisamente nos tenemos que subir.
-¿Pero tú estás loco? ¿Quieres que me quede afónica de tanto gritar? –Empieza a entrarme la risa tonta a causa de los nervios que me produce el simple hecho de imaginarme montada en esa atracción.
-Vamos Anna, hagamos una locura. Disfrutamos sin pensar en nada, sólo en la adrenalina que vamos a soltar. –Me coge de la mano y avanza un poco, se gira hacia mí y sonríe. -¿Vienes?
-Está bien… -Digo no muy convencida –Pero luego no te quejes de mis gritos y mucho menos te rías de mí. Que yo estas cosas las sufro mucho jajaja. –Parece una tontería, pero hoy Lucho me está alegrando el día. Llegué al parque apagada, con ganas de pasármelo bien pero sin conseguirlo; y desde que me he encontrado con él, estoy llena de vida. No me olvido de lo de Dani, pero consigo sobrellevarlo bastante mejor.
-Palabra de maquillador. –Al oír esto, recuerdo la época de TCMS en la que Lucho y yo estábamos juntos. En una de las galas me tocaba imitar a Dani Martin  y le pedí por favor que me dejara lo más guapa posible. Su respuesta fue “palabra de maquillador” y, visto el resultado… no sé si me convence que me haya dicho eso.
-¡Entonces déjame hacerle una foto a la atracción por si me pasa algo que sepan que fuiste tú el culpable de mi muerte! –Hago la foto y la subo a Instagram.



-Yo voy a hacer otra. –Dice él mientras enfoca con su móvil. –Así mis amigos verán lo que se están perdiendo jajaja.

-¡Venga, vamos antes de que cambie de opinión!

Capítulo 30. Adivina quién soy.

Llegamos a nuestro destino y nos bajamos del coche. Conozco este sitio. Estamos en los aparcamientos de PortAventura y la verdad es que me alegro de que mis padres y mi hermana hayan improvisado este plan. Es un lugar que me encanta, a pesar de que siempre acabo gritando en las atracciones que más miedo me dan, pero aquí consigo soltar toda la adrenalina y recargar las pilas cuando más cansada me siento.
Me gustaría ver si Dani sería capaz de subirse a ciertas atracciones y estoy segura de que me lo pasaría genial aquí con él. Me diría que no se piensa subir en el Furius Baco y pondría alguna excusa para no admitir que le da miedo, pero yo le suplicaría hasta convencerle de lo contrario. Y una vez estuviéramos montados, intentaría hacerse el valiente y fingir que se lo está pasando genial. Aún así, yo le cogería la mano y se la apretaría con fuerza, sin necesidad de decirle nada. Sólo para que supiera que estoy a su lado.
Y cuándo nos bajáramos, me lo comería a besos para agradecerle que se hubiera enfrentado a sus miedos por mí, que me hubiera acompañado durante todo el trayecto y que me hubiera hecho tan feliz llevándome a una velocidad incalculable sin importar la atracción en la que nos montáramos, sólo con su presencia.
-Vamos Anna, que te quedas atrás. –La voz de mi hermana me hace volver a los aparcamientos y chocarme con la dura realidad. Me acerco a ella y a mis sobrinos caminando un poco más deprisa que ellos y le doy la mano Nuria, que se había quedado un poco más rezagada esperándome.
Llegamos a la entrada del parque de atracciones donde nos esperan mis padres que han llegado un poco antes que nosotros y tras pasar un rato la larga cola, compramos las entradas y por fin entramos.
No es la primera vez que vengo aquí, pero siempre me quedo embobada con la decoración y lo bien que está ambientado todo. Me encanta ver lo bien que se lo pasan los niños y los no tan niños y hoy me toca a mí disfrutar tanto como lo hacen los demás; con la diferencia de que mi felicidad ahora mismo se encuentra a bastantes km de distancia de mí y soy tan tonta que no hago nada para cambiarlo.
-Oye Anna, no nos has contado nada de ese desayuno tan sabroso. –Dice mi hermana mientras me guiña un ojo y sonríe porque sabe que me da vergüenza hablar de este tipo de cosas delante de mis padres.
-Pues eso, que estaba muy rico. –Intento zanjar el tema.
-¿Y por qué no te lo has traído a Mollet? Exijo almuerzo de presentación en sociedad. –Dice bromeando.
-No ha podido venir porque hoy tenía que hacer su espectáculo en Madrid. –Contesta mi madre repitiendo la excusa que le puse el otro día.
-¿Y por qué no se viene mañana? Tú te vas a quedar aquí varios días ¿No? Dile que venga, anda. –Insiste.
-Mañana estará cansado y querrá descansar. –Digo sonando muy poco convincente.
-A ti lo que te pasa es que no quieres que lo matemos a preguntas ¡Eh! Pero ya sabes que en casa la tradición es esa. Tú te echas novio y nosotros lo agobiamos un poquito para ver si pasa la prueba o no.
-Mónica, no se trata de eso. –Digo poniéndome seria y bajando un poco la voz. Aprovecho que mis padres están distraídos con los niños y continúo hablando. –Dani no es como los demás. Con él quiero disfrutar de cada segundo a su lado, de todo lo que me aporta, de su sonrisa, sus caricias...
-Sus desayunos. –Me interrumpe.
-Sí, de sus desayunos también -Digo mientras me sonrojo. –Por eso no quiero que le hagáis preguntas, porque me moriría si saliera corriendo asustado.
-¿De verdad crees que saldría corriendo y te dejaría escapar por unas cuantas preguntas comprometidas?
-Si te soy sincera… ya no sé ni lo que creo. –Los ojos se me humedecen porque saben que acabo de encender la mecha. Que justo después de esto viene una confesión en la que le cuento todo lo que ha pasado a mi hermana y es entonces cuando cae mi primera lágrima.
-Anna… -Me abraza y me da un beso. Se gira hacia mis padres y les dice que nosotras dos vamos a buscar algún sitio donde vendan chucherías para picar si nos entra hambre a lo largo del día. Acto seguido me coge de la cintura y me lleva hasta un pequeño banco que está apartado del trasiego de gente que va de un lado a otro sin parar.
Las dos nos sentamos y ella pasa su brazo por encima de mis hombros. Se queda callada esperando a que yo hable, siempre lo hace así. Quiere que yo empiece por donde más fácil me sea y por eso no me hace ninguna pregunta, para no condicionarme de ningún modo.
-Todo estaba genial. –Empiezo a hablar. – Me sentía como en una nube, como si fuera una princesa que por fin vive en su cuento, el que estaba destinado para ella.
Todo era mágico hasta que me propuso vivir en Madrid. Yo le dije que no sabía, que me lo tenía que pensar porque no quería separarme de vosotros. –Cada vez las lágrimas son mas continuadas y el nudo que tengo en la garganta se hace más y más grande dificultándome compaginar el habla con la respiración. –No le dije que no, sólo que me lo tenía que pensar. Pero es que tampoco quiero estar sin él, le necesito a mi lado.
-¿Y por qué no se lo dijiste?
-Porque me limité a hacerle daño. –Digo bajando la cabeza. –Estaba enfadada y quería ser yo quien ganara la pelea, pero estoy tan arrepentida… Si no hubiera sido tan tonta no estaría aquí llorando a escondidas contigo. Habría venido con él todo el viaje, cogiéndole la mano mientras le escucho embobada cómo cuenta alguna de sus anécdotas con sus amigos y luego me diría que esas cosas las hacía sólo en su época de juventud, pero que ahora conmigo es diferente y yo fingiría que me lo creo, pero no me enfadaría con él porque en el fondo no me importa que sea así. Incluso diría que me encanta… Ojalá estuviera aquí para pedirle perdón por lo que le dije y no dejarle que se separe de mí nunca más. -De repente, alguien se acerca a mí por detrás y me tapa los ojos con las manos.
-¡Adivina quién soy!


viernes, 4 de octubre de 2013

Capítulo 29. Mollet.

Apoya su mano sobre la mía y la aprieta con fuerza. Me mira sonriendo, una sonrisa forzada que yo le devuelvo de la misma forma. Me aparta el pelo que tenía sobre el hombro y se acerca hacia mí para darme un beso en la sien.
-¿Qué tal estás, cariño? –Yo me encojo de hombros sin querer pronunciar ni una palabra para que no note mi voz rota de dolor y me limito a encogerme de hombros y dirigir la mirada hacia la ventanilla del avión. Así no verá cómo se me empañan los ojos.
-No tenías por qué haberte vuelto tan pronto. –Digo aún sin mirarle.
-Quería hacerlo. –Me vuelvo a girar intentando conseguir fuerzas al sentir su apoyo.
-Gracias – Marta me abraza y es entonces cuando rompo a llorar. No lo había hecho hasta ahora, ni cuando Dani y yo tuvimos la pelea, ni cuando estaba sola de camino a mi casa, ni cuando se lo conté a Marta, ni cuando me tuve que inventar una excusa para decirle a mi madre que Dani no iría a almorzar. Ni siquiera esa misma noche mientras le daba vueltas a todo lo ocurrido. Ha sido ahora, cuando me doy cuenta de que me voy de Madrid sin haberle dicho que le echaré de menos. Ahora, que ya no tengo ocasión de decírselo porque ya me he ido. Me fui de su casa sin mirar atrás, sin darnos tiempo a arreglar las cosas… No sé si lo hice por orgullo, por no escuchar cómo se le desgarraba el alma con cada palabra que salía de mi boca o por no darle la oportunidad de que lo nuestro se acabara.
No, no lo hemos dejado, pero es cuestión de tiempo. De momento yo me voy a Mollet y él se queda en Madrid. Pasaré allí unos días, puede que incluso una semana entera e intentaré aclararme.
No quiero perder a Dani, eso no me lo perdonaría jamás; pero tampoco quiero estar tanto tiempo separada de mi familia y trabajando en televisión es muy difícil conseguir un hueco para ir a verles. Ahora tengo la oportunidad de pasar tiempo con ellos y después de tres años viéndoles sólo dos días a la semana, es normal que necesite quedarme una temporada allí.
A él le entiendo perfectamente, puesto que yo también estoy en la misma situación. Ambos queremos pasar tiempo juntos y viviendo tan lejos será algo complicado, pero no imposible. El problema está en que él no me entiende a mí. “Yo no soy como tus otros novios que se conforman con verte unas horas a la semana, Anna, yo necesito desayunar contigo por las mañanas, oler tu colonia cuando pasas por mi lado y poder reírme contigo cuando algo va mal. Si no estás dispuesta a eso, lo siento, pero no soy tan perfecto como Lucho y Miki”. Esas fueron sus últimas palabras, justo antes de que me fuera sin decirle nada más.
Yo no puedo estar con una persona que se compara constantemente con mis ex’s. No puedo estar con alguien así, pero tampoco puedo estar sin él.
El avión aterriza y mi camino se separa del de Marta, no sin antes darme un abrazo y hacerme prometer que la llamaré si lo necesito a pesar de que sea tardísimo.
El camino en coche hasta Mollet no es muy diferente al del avión, salvo por el hecho de que ahora no está Marta para cogerme de la mano y hacerme sentir que siempre estará a mi lado.
Me pongo las gafas de sol, aparco delante de mi casa, cojo la maleta de la parte trasera del coche y voy andando rápido hasta el portal. Llamo a mi madre para decirle que ya he llegado, pero que hoy no creo que vaya a verles porque estoy muy cansada y, en cuanto nos despedimos, me tumbo en la cama abrazando la almohada.
Cuando me despierto, son las cuatro y cuarto de la mañana. No tengo sueño, ni siquiera hambre, pero noto que necesito una ducha y, una vez más, mientras el agua empapa mi cara, mis lágrimas descienden rápidamente sin llamar mucho la atención camufladas entre las gotas que caen de la ducha.
Me quedo así más de media hora, hasta que ya no me queda más líquido por derramar y he recuperado las fuerzas suficientes como para enfrentarme al día que me espera en casa de mis padres, lleno de preguntas y mentiras a modo de respuesta.
Suspiro y salgo del baño, me voy al salón y pongo la tele sin cambiar de canal. Ni siquiera le estoy haciendo caso a la programación, sólo me dedico a mirarla mientras le sigo dando vueltas a todo y de vez en cuando miro el móvil por si Dani me ha llamado o escrito algo, pero no hay nada. Y ahí, sentada en el sofá con los pies estirados sobre la mesa, se hace de día sin a penas darme cuenta.
Suena el teléfono de casa, pero no me atrevo a cogerlo por si es Dani. No sabría qué decirle y tampoco me gustaría quedarme callada. Finalmente dejo que suene hasta que por fin se corta la llamada, pero segundos más tarde comienza a vibrar el móvil. Miro la pantalla casi sin ganas y al ver que es mi madre, contesto.
-¿Sí?
-Anna, cariño ¿No estás en casa? Te acabo de llamar y no lo has cogido.
-Sí, mamá, es que estaba en la ducha. –Ahí va la primera mentira del día.
-¿Estás bien? Te noto como apagada…
-Tranquila, no me pasa nada. Es sólo que estoy cansada del viaje. –Segunda mentira.
-¿Segura?         
-Sí, mamá. Tengo ganas de veros a todos. –Cambio de tema para que no siga insistiendo.
-Pues precisamente te llamaba para decirte que al final no comemos en casa.
-¿No? ¿Por qué? –Por un lado me alegro, así no tendré que fingir; pero por otro lado me apetecía refugiarme en mi familia, poder contar con ellos aunque no sepan nada.
-Porque nos vamos de excursión. Ponte ropa cómoda y fresquita que en una hora pasa tu hermana a recogerte con el coche.
-¿Pero a dónde vamos?
-Pues hija, no te sé decir el nombre, pero seguro que te va a encantar. Tú haz caso a tu madre que es quien mejor te conoce.
-Vale, vale. Nos vemos en una hora entonces ¿No?
-Sí, y no llegues tarde que te conozco. Un beso, Anna.
-Adiós, mamá.
Cuelgo el móvil y me quedo quieta pensando en dónde vamos a ir, pero no se me ocurre ninguna posibilidad convincente y en lo que queda de hora no paro de darle vueltas a ese destino misterioso; lo cual hace que me despeje un poco de lo de Dani y mejore favorablemente mi aspecto.
Me visto corriendo, me peino y me maquillo un poco, pero no desayuno. No sin él.
Minutos más tarde, vamos rumbo a un lugar desconocido sentada en la parte trasera del coche con mi sobrina. Podría preguntárselo a mi hermana, pero durante todo este tiempo se ha creado en mi cabeza una sensación de sorpresa que no quiero estropear. Por fin algo me ha hecho volver a sonreír y ahora me siento como una niña pequeña que no sabe qué le van a traer los Reyes Magos este año.

Cinturones abrochados, aire acondicionado a tope, música puesta y “pies en modo vacaciones”.