Espiro e inspiro lentamente, relajada, disfrutando de cada
segundo que pasa porque no puedo ser más feliz. No existe mejor almohada que el
brazo de Dani y nada me hace sentir más en paz que el hecho de que nuestras
manos estén jugueteando entrelazadas. Somos dos que han decidido amoldarse para
poder acabar siendo uno y eso se nota hasta en nuestra respiración
completamente acompasada.
Poco a poco se ha ido haciendo de noche y el cielo está ya
totalmente oscuro, pero no tenemos intención de irnos a casa, todavía no. Antes
tenemos que decirnos un millón de veces más que nos amamos, que nunca nos vamos
a separar a pesar de las dificultades a las que nos tengamos que enfrentar y
que nunca antes habíamos sentido por otra persona lo que sentimos ahora.
Me encanta mirarle. Quedarme observándole sin decir nada.
Simplemente imaginando qué podrá estar pasando por su cabeza; planeando un fin
de semana en algún lugar romántico para poder agradecerle todo lo que me aporta
cada día; intentando aprender a no tener miedos con él porque no son
necesarios; aguantar el deseo que me provocan sus labios para no estar
besándole a cada momento.
Me acomodo un poco para poder mirarle mejor y él gira su
cabeza hacia mí, regalándome una de sus mejores sonrisas. Le acaricio el mentón
mientras él vuelve a mirar el manto de estrellas que nos rodea esta noche y yo
hago lo mismo.
-¿No te sientes pequeño rodeado de tanta grandeza?
-A veces sí, pero a tu lado me siento grande, Anna.
-Yo también me siento grande contigo, mi amor. Sé que estoy
plena si tú estás a mi lado, pero me refiero a que si nunca te has planteado la
cantidad de kilómetros que nos separan de las estrellas que estamos mirando
ahora mismo. No sé… lo fácil que es ver el cielo desde cualquier punto del
mundo y lo difícil que es tocarlo.
-Yo toco el cielo cada vez que me sonríes, cuando me besas,
cuando me despierto contigo.
-Dani… No sé qué decir.
-No hace falta que digas nada. Sólo déjame seguir tocando el
cielo cada día. –Apoyo mi cabeza en su pecho para estar más cerca de él y rodeo
su cintura con mi brazo.
-Eso dalo por hecho. –Me besa en la cabeza y comienza a
acariciarme el pelo. Nos quedamos unos minutos en silencio hasta que se me
ocurre una pregunta. –Dani, siempre hablamos de nuestro futuro juntos ¿Pero
alguna vez te has planteado el pasado? Es decir, que si antes de empezar a
salir pensaste en mí como en algo más que una amiga.
-¿A qué viene esa pregunta?
-No sé. –Digo mientras me encojo de hombros. –Simple
curiosidad.
Pues… antes eras mi amiga. Yo tenía mis rollos de vez en
cuando y luego empecé a salir con Cris. No voy a negar que siempre me has
resultado una chica muy atractiva, pero nunca pensé que nuestra relación
pudiera llegar a algo más.
-Ya…
-¿Qué pasa? ¿Tú sí lo pensaste?
-Bueno… No… No en eso concretamente.
-¿Entonces? –Puedo ver que sonríe, que le hace gracia
imaginarme un par de años atrás enamorada de él, pero no fue eso realmente lo
que yo sentí.
-Entonces nada. No te hagas ilusiones porque nunca llegué a
pensar en ti como lo hago ahora. –Quizás me he puesto un poco seria, pero no me
siento cómoda hablando de esto… Ni siquiera sé por qué se lo he preguntado a
él.
-Venga, Anna, confiesa que estabas loquita por mí. –Se sienta
sobre el césped y pone su cara justo arriba de la mía, con una mano a cada lado
de mi cabeza para que no pueda escapar de este interrogatorio.
-No tengo nada que confesar.
-¿Entonces a qué ha venido esa pregunta?
-A nada… simplemente me ha venido a la cabeza y ya está.
-Jajajaja ¡Eso no te lo crees ni tú, Simon! –De repente,
empieza a hacerme cosquillas por todas partes y a pesar de que intento
aguantar, es imposible que no se me escape ninguna carcajada. -¡Vamos!
¡Confiesa si no quieres que estemos así hasta que amanezca!
-¡Vale! ¡Vale! ¡¡Confieso!! –Por fin para y puedo respirar
tranquila –Pero antes necesito un beso, que dicen que vienen muy bien para la
memoria.
-¿Un beso como estos? –Dice mientras acera su cara a la mía y
une nuestros labios dejando que ambas lenguas se encuentren. Yo coloco mis
manos en su cadera y recorro lentamente su espalda por dentro de la camiseta
hasta que llego a sus hombros y hago un poco de fuerza hacia mí para que pegue
su cuerpo al mío. Él me entiende sin necesidad de hablar y obedece al instante.
Nos seguimos besando, cada vez con más ganas de saborear al otro. Dani coge mis
manos y las coloca arriba de mi cabeza, las sujeta con fuerza con una sola mano
y utiliza la que le queda libre para agarrar mi barbilla y estirar mi cuello,
el cual comienza a besar haciendo que mi respiración sea cada vez más agitada.
Vuelve a subir a mi boca, me besa y sin despegar sus labios de los míos,
sonríe.
-¿De verdad creías que esto te iba a servir para no
contestarme?
-Vamos, Dani, olvídalo. –Le beso con la esperanza de que él
haga lo mismo, pero se limita a sonreír mientras niega con la cabeza. –Al menos
suéltame las manos para estar más cómoda. –Digo al mismo tiempo que rozo mi
nariz con la suya intentando ablandarle un poco.
-Hasta hace un rato no te incomodaba que te pusiera las manos
así. Incluso me atrevería a decir que te gustaba. –Me susurra al oído. Yo me
quedo callada pensando alguna forma de
hacerle cambiar de opinión para que me suelte, pero lo único que consigo es que
se dé cuenta de estoy totalmente bloqueada y sólo consigo pensar en sus besos.
-Está bien, está bien… Tú ganas.