viernes, 4 de octubre de 2013

Capítulo 29. Mollet.

Apoya su mano sobre la mía y la aprieta con fuerza. Me mira sonriendo, una sonrisa forzada que yo le devuelvo de la misma forma. Me aparta el pelo que tenía sobre el hombro y se acerca hacia mí para darme un beso en la sien.
-¿Qué tal estás, cariño? –Yo me encojo de hombros sin querer pronunciar ni una palabra para que no note mi voz rota de dolor y me limito a encogerme de hombros y dirigir la mirada hacia la ventanilla del avión. Así no verá cómo se me empañan los ojos.
-No tenías por qué haberte vuelto tan pronto. –Digo aún sin mirarle.
-Quería hacerlo. –Me vuelvo a girar intentando conseguir fuerzas al sentir su apoyo.
-Gracias – Marta me abraza y es entonces cuando rompo a llorar. No lo había hecho hasta ahora, ni cuando Dani y yo tuvimos la pelea, ni cuando estaba sola de camino a mi casa, ni cuando se lo conté a Marta, ni cuando me tuve que inventar una excusa para decirle a mi madre que Dani no iría a almorzar. Ni siquiera esa misma noche mientras le daba vueltas a todo lo ocurrido. Ha sido ahora, cuando me doy cuenta de que me voy de Madrid sin haberle dicho que le echaré de menos. Ahora, que ya no tengo ocasión de decírselo porque ya me he ido. Me fui de su casa sin mirar atrás, sin darnos tiempo a arreglar las cosas… No sé si lo hice por orgullo, por no escuchar cómo se le desgarraba el alma con cada palabra que salía de mi boca o por no darle la oportunidad de que lo nuestro se acabara.
No, no lo hemos dejado, pero es cuestión de tiempo. De momento yo me voy a Mollet y él se queda en Madrid. Pasaré allí unos días, puede que incluso una semana entera e intentaré aclararme.
No quiero perder a Dani, eso no me lo perdonaría jamás; pero tampoco quiero estar tanto tiempo separada de mi familia y trabajando en televisión es muy difícil conseguir un hueco para ir a verles. Ahora tengo la oportunidad de pasar tiempo con ellos y después de tres años viéndoles sólo dos días a la semana, es normal que necesite quedarme una temporada allí.
A él le entiendo perfectamente, puesto que yo también estoy en la misma situación. Ambos queremos pasar tiempo juntos y viviendo tan lejos será algo complicado, pero no imposible. El problema está en que él no me entiende a mí. “Yo no soy como tus otros novios que se conforman con verte unas horas a la semana, Anna, yo necesito desayunar contigo por las mañanas, oler tu colonia cuando pasas por mi lado y poder reírme contigo cuando algo va mal. Si no estás dispuesta a eso, lo siento, pero no soy tan perfecto como Lucho y Miki”. Esas fueron sus últimas palabras, justo antes de que me fuera sin decirle nada más.
Yo no puedo estar con una persona que se compara constantemente con mis ex’s. No puedo estar con alguien así, pero tampoco puedo estar sin él.
El avión aterriza y mi camino se separa del de Marta, no sin antes darme un abrazo y hacerme prometer que la llamaré si lo necesito a pesar de que sea tardísimo.
El camino en coche hasta Mollet no es muy diferente al del avión, salvo por el hecho de que ahora no está Marta para cogerme de la mano y hacerme sentir que siempre estará a mi lado.
Me pongo las gafas de sol, aparco delante de mi casa, cojo la maleta de la parte trasera del coche y voy andando rápido hasta el portal. Llamo a mi madre para decirle que ya he llegado, pero que hoy no creo que vaya a verles porque estoy muy cansada y, en cuanto nos despedimos, me tumbo en la cama abrazando la almohada.
Cuando me despierto, son las cuatro y cuarto de la mañana. No tengo sueño, ni siquiera hambre, pero noto que necesito una ducha y, una vez más, mientras el agua empapa mi cara, mis lágrimas descienden rápidamente sin llamar mucho la atención camufladas entre las gotas que caen de la ducha.
Me quedo así más de media hora, hasta que ya no me queda más líquido por derramar y he recuperado las fuerzas suficientes como para enfrentarme al día que me espera en casa de mis padres, lleno de preguntas y mentiras a modo de respuesta.
Suspiro y salgo del baño, me voy al salón y pongo la tele sin cambiar de canal. Ni siquiera le estoy haciendo caso a la programación, sólo me dedico a mirarla mientras le sigo dando vueltas a todo y de vez en cuando miro el móvil por si Dani me ha llamado o escrito algo, pero no hay nada. Y ahí, sentada en el sofá con los pies estirados sobre la mesa, se hace de día sin a penas darme cuenta.
Suena el teléfono de casa, pero no me atrevo a cogerlo por si es Dani. No sabría qué decirle y tampoco me gustaría quedarme callada. Finalmente dejo que suene hasta que por fin se corta la llamada, pero segundos más tarde comienza a vibrar el móvil. Miro la pantalla casi sin ganas y al ver que es mi madre, contesto.
-¿Sí?
-Anna, cariño ¿No estás en casa? Te acabo de llamar y no lo has cogido.
-Sí, mamá, es que estaba en la ducha. –Ahí va la primera mentira del día.
-¿Estás bien? Te noto como apagada…
-Tranquila, no me pasa nada. Es sólo que estoy cansada del viaje. –Segunda mentira.
-¿Segura?         
-Sí, mamá. Tengo ganas de veros a todos. –Cambio de tema para que no siga insistiendo.
-Pues precisamente te llamaba para decirte que al final no comemos en casa.
-¿No? ¿Por qué? –Por un lado me alegro, así no tendré que fingir; pero por otro lado me apetecía refugiarme en mi familia, poder contar con ellos aunque no sepan nada.
-Porque nos vamos de excursión. Ponte ropa cómoda y fresquita que en una hora pasa tu hermana a recogerte con el coche.
-¿Pero a dónde vamos?
-Pues hija, no te sé decir el nombre, pero seguro que te va a encantar. Tú haz caso a tu madre que es quien mejor te conoce.
-Vale, vale. Nos vemos en una hora entonces ¿No?
-Sí, y no llegues tarde que te conozco. Un beso, Anna.
-Adiós, mamá.
Cuelgo el móvil y me quedo quieta pensando en dónde vamos a ir, pero no se me ocurre ninguna posibilidad convincente y en lo que queda de hora no paro de darle vueltas a ese destino misterioso; lo cual hace que me despeje un poco de lo de Dani y mejore favorablemente mi aspecto.
Me visto corriendo, me peino y me maquillo un poco, pero no desayuno. No sin él.
Minutos más tarde, vamos rumbo a un lugar desconocido sentada en la parte trasera del coche con mi sobrina. Podría preguntárselo a mi hermana, pero durante todo este tiempo se ha creado en mi cabeza una sensación de sorpresa que no quiero estropear. Por fin algo me ha hecho volver a sonreír y ahora me siento como una niña pequeña que no sabe qué le van a traer los Reyes Magos este año.

Cinturones abrochados, aire acondicionado a tope, música puesta y “pies en modo vacaciones”.


2 comentarios:

  1. Tu quieres morir, no?? O quierrs matarme a mí una de dos.... ARREGLA ESTO YA

    ResponderEliminar
  2. lloro! que bonito! siguiente quiero ver esa reconciliacion eh ... :)

    ResponderEliminar