Apoya su mano sobre la mía y la
aprieta con fuerza. Me mira sonriendo, una sonrisa forzada que yo le devuelvo
de la misma forma. Me aparta el pelo que tenía sobre el hombro y se acerca
hacia mí para darme un beso en la sien.
-¿Qué tal estás, cariño? –Yo me
encojo de hombros sin querer pronunciar ni una palabra para que no note mi voz
rota de dolor y me limito a encogerme de hombros y dirigir la mirada hacia la
ventanilla del avión. Así no verá cómo se me empañan los ojos.
-No tenías por qué haberte vuelto tan
pronto. –Digo aún sin mirarle.
-Quería hacerlo. –Me vuelvo a girar
intentando conseguir fuerzas al sentir su apoyo.
-Gracias – Marta me abraza y es entonces
cuando rompo a llorar. No lo había hecho hasta ahora, ni cuando Dani y yo
tuvimos la pelea, ni cuando estaba sola de camino a mi casa, ni cuando se lo
conté a Marta, ni cuando me tuve que inventar una excusa para decirle a mi
madre que Dani no iría a almorzar. Ni siquiera esa misma noche mientras le daba
vueltas a todo lo ocurrido. Ha sido ahora, cuando me doy cuenta de que me voy
de Madrid sin haberle dicho que le echaré de menos. Ahora, que ya no tengo ocasión de
decírselo porque ya me he ido. Me fui de su casa sin mirar atrás, sin darnos
tiempo a arreglar las cosas… No sé si lo hice por orgullo, por no escuchar cómo
se le desgarraba el alma con cada palabra que salía de mi boca o por no darle
la oportunidad de que lo nuestro se acabara.
No, no lo hemos dejado, pero es
cuestión de tiempo. De momento yo me voy a Mollet y él se queda en Madrid.
Pasaré allí unos días, puede que incluso una semana entera e intentaré
aclararme.
No quiero perder a Dani, eso no me lo
perdonaría jamás; pero tampoco quiero estar tanto tiempo separada de mi familia
y trabajando en televisión es muy difícil conseguir un hueco para ir a verles.
Ahora tengo la oportunidad de pasar tiempo con ellos y después de tres años
viéndoles sólo dos días a la semana, es normal que necesite quedarme una
temporada allí.
A él le entiendo perfectamente,
puesto que yo también estoy en la misma situación. Ambos queremos pasar tiempo
juntos y viviendo tan lejos será algo complicado, pero no imposible. El
problema está en que él no me entiende a mí. “Yo no soy como tus otros novios
que se conforman con verte unas horas a la semana, Anna, yo necesito desayunar
contigo por las mañanas, oler tu colonia cuando pasas por mi lado y poder
reírme contigo cuando algo va mal. Si no estás dispuesta a eso, lo siento, pero
no soy tan perfecto como Lucho y Miki”. Esas fueron sus últimas palabras, justo
antes de que me fuera sin decirle nada más.
Yo no puedo estar con una persona que
se compara constantemente con mis ex’s. No puedo estar con alguien así, pero
tampoco puedo estar sin él.
El avión aterriza y mi camino se separa
del de Marta, no sin antes darme un abrazo y hacerme prometer que la llamaré si
lo necesito a pesar de que sea tardísimo.
El camino en coche hasta Mollet no es
muy diferente al del avión, salvo por el hecho de que ahora no está Marta para
cogerme de la mano y hacerme sentir que siempre estará a mi lado.
Me pongo las gafas de sol, aparco
delante de mi casa, cojo la maleta de la parte trasera del coche y voy andando
rápido hasta el portal. Llamo a mi madre para decirle que ya he llegado, pero
que hoy no creo que vaya a verles porque estoy muy cansada y, en cuanto nos
despedimos, me tumbo en la cama abrazando la almohada.
Cuando me despierto, son las cuatro y
cuarto de la mañana. No tengo sueño, ni siquiera hambre, pero noto que necesito
una ducha y, una vez más, mientras el agua empapa mi cara, mis lágrimas
descienden rápidamente sin llamar mucho la atención camufladas entre las gotas
que caen de la ducha.
Me quedo así más de media hora, hasta
que ya no me queda más líquido por derramar y he recuperado las fuerzas
suficientes como para enfrentarme al día que me espera en casa de mis padres,
lleno de preguntas y mentiras a modo de respuesta.
Suspiro y salgo del baño, me voy al
salón y pongo la tele sin cambiar de canal. Ni siquiera le estoy haciendo caso
a la programación, sólo me dedico a mirarla mientras le sigo dando vueltas a
todo y de vez en cuando miro el móvil por si Dani me ha llamado o escrito algo,
pero no hay nada. Y ahí, sentada en el sofá con los pies estirados sobre la
mesa, se hace de día sin a penas darme cuenta.
Suena el teléfono de casa, pero no me
atrevo a cogerlo por si es Dani. No sabría qué decirle y tampoco me gustaría
quedarme callada. Finalmente dejo que suene hasta que por fin se corta la
llamada, pero segundos más tarde comienza a vibrar el móvil. Miro la pantalla
casi sin ganas y al ver que es mi madre, contesto.
-¿Sí?
-Anna, cariño ¿No estás en casa? Te
acabo de llamar y no lo has cogido.
-Sí, mamá, es que estaba en la ducha.
–Ahí va la primera mentira del día.
-¿Estás bien? Te noto como apagada…
-Tranquila, no me pasa nada. Es sólo
que estoy cansada del viaje. –Segunda mentira.
-¿Segura?
-Sí, mamá. Tengo ganas de veros a
todos. –Cambio de tema para que no siga insistiendo.
-Pues precisamente te llamaba para
decirte que al final no comemos en casa.
-¿No? ¿Por qué? –Por un lado me
alegro, así no tendré que fingir; pero por otro lado me apetecía refugiarme en
mi familia, poder contar con ellos aunque no sepan nada.
-Porque nos vamos de excursión. Ponte
ropa cómoda y fresquita que en una hora pasa tu hermana a recogerte con el
coche.
-¿Pero a dónde vamos?
-Pues hija, no te sé decir el nombre,
pero seguro que te va a encantar. Tú haz caso a tu madre que es quien mejor te
conoce.
-Vale, vale. Nos vemos en una hora
entonces ¿No?
-Sí, y no llegues tarde que te
conozco. Un beso, Anna.
-Adiós, mamá.
Cuelgo el móvil y me quedo quieta
pensando en dónde vamos a ir, pero no se me ocurre ninguna posibilidad
convincente y en lo que queda de hora no paro de darle vueltas a ese destino
misterioso; lo cual hace que me despeje un poco de lo de Dani y mejore
favorablemente mi aspecto.
Me visto corriendo, me peino y me
maquillo un poco, pero no desayuno. No sin él.
Minutos más tarde, vamos rumbo a un
lugar desconocido sentada en la parte trasera del coche con mi sobrina. Podría
preguntárselo a mi hermana, pero durante todo este tiempo se ha creado en mi
cabeza una sensación de sorpresa que no quiero estropear. Por fin algo me ha
hecho volver a sonreír y ahora me siento como una niña pequeña que no sabe qué
le van a traer los Reyes Magos este año.
Cinturones abrochados, aire
acondicionado a tope, música puesta y “pies en modo vacaciones”.
Tu quieres morir, no?? O quierrs matarme a mí una de dos.... ARREGLA ESTO YA
ResponderEliminarlloro! que bonito! siguiente quiero ver esa reconciliacion eh ... :)
ResponderEliminar