miércoles, 9 de octubre de 2013

Capítulo 33. Disfrutar de ti.

Me acerco a él caminando lo más rápido que mi agotamiento me permite, pero cuando me doy cuenta, mis piernas ya están corriendo. Él se queda quieto, sin moverse del sitio, esperándome con los brazos abiertos y una sonrisa en la cara. Yo me lanzo a él y le abrazo sacando fuerzas de no sé exactamente donde, hundo mi cabeza en su cuello y dos lágrimas caen por mis mejillas.
-Ya está, mi niña, estoy aquí. –Dice mientras me abraza también con fuerza. Me agarro a su abrigo apretando las manos con los puños cerrados. No quiero que se vuelva a separar de mí. No puedo dejar que lo haga.
-Te quiero, Dani. Lo siento. –Le beso en los labios. –Lo siento muchísimo. –Le vuelvo a besar. –No vuelvas a dejar que me vaya así, por favor. –Justo entonces recuerdo que he estado todo el camino con el iPhone en la mano esperando una respuesta que no llegaba y me separo un poco de él. Me sonríe sin saber qué está pasando por mi cabeza en este momento hasta que no puedo reprimirme más.
-Dani, no me has contestado.
-Anna…
-No. Anna, no. –Le interrumpo. –He estado todo el día pensando en ti e incluso he intentado ponerme en contacto contigo, pero no he recibido ni una noticia tuya. Ni un whatsapp, ni un tuit ni nada que me hiciera saber cómo estabas. Hasta he llegado a pensar que esto se acababa. –Mis ojos se humedecen cada vez más y aunque intento aguantar las lágrimas, éstas acaban cayendo otra vez. –Sólo necesitaba que me dijeras algo, lo que fuera, pero no has sido capaz de hacerlo.
-No seas egoísta ¿Sabes lo que me ha costado encontrar un billete de avión de un día para otro?
-Pues no te entiendo, Dani, porque si tanto me quieres como para venir hasta Mollet sin planearlo con tiempo, no sé qué te hubiera costado ponerte en contacto conmigo.
-Me quedé sin batería. –Dice poniendo el móvil delante de mi cara. Me quedo sin palabras, sin saber qué decir. Desde que estoy con Dani no paro de meter la pata y poner en riesgo la relación. Me llevo las manos a la cara intentando despejarme un poco, pero no lo consigo; de modo que me siento en el borde de la acera, agotada de la situación. Dani se sienta a mi lado, pasa su brazo por encima de mis hombros y coge mi mano con la otra que le queda libre. Le miro a los ojos con cara de arrepentimiento, pero en sus ojos no veo ira, sino amor y yo me siento más culpable todavía.
-Anna, no llores porque no puedo verte así. Olvidemos esto y sigamos siendo felices como cuando estábamos en mi casa.
-¿Para qué? Si al final voy a meter la pata otra vez.
-No seas tan exigente contigo misma. Los dos tenemos ahora mismo muchos sentimientos que tenemos que canalizar de alguna forma. Me has echado de menos tanto como yo a ti y lo has pasado mal creyendo que me perdías. Yo también he tenido mi momento de enfado ¿Sabes? Pero he pensado que cuando me vieras aquí no te gustaría seguir pasándolo mal, sino comerme a besos. –Se acerca más a mí y roza sus labios con los míos, quedándose en esa posición en la que los dos respiramos el aliento del otro. -¿Quieres comerme a besos? -Yo asiento con la cabeza mientras fijo mi mirada en sus labios. -¿Y a qué esperas? –Dice sonriendo. Yo obedezco y disfruto de su boca como nunca antes lo había hecho. Ahora que sé lo que es la angustia de perderle, saboreo con más ansia la alegría de sentir que está conmigo pase lo que pase. Nos abrazamos, nos acariciamos y disfrutamos el uno del otro sin importaros nada más que nosotros mismos.
-Venga, vamos a dentro que estás temblando de frío… Si me invitas a pasar, claro. –Dice mientras comienza a levantarse.
-No. –Le agarro y tiro de él. –No te vuelvas a separar de mí, por favor.
-Te prometo que no lo voy a hacer nunca, Anna, pero no puedo permitir que te sigas congelando así. –Los dos nos levantamos y Dani me abraza por detrás para darme calor mientras yo busco las llaves en mi bolso y abro la puerta. Entramos, dejo mis cosas en el perchero y veo que Dani está mirando hacia todas partes.
-¡Bienvenido a mi casa! No es gran cosa, pero a mí me gusta.
-Me encanta. –Se acerca a mí y me rodea la cintura con sus brazos. –Pero tú me encantas más. –Me da un ligero beso en los labios y yo sonrío en el beso porque no me sale otra cosa más que sonreír.
-Ven, te voy a enseñar la casa. –Digo cogiéndole del brazo y llevándomelo hacia el salón. De repente, me levanta del suelo dejando caer mi cuerpo en su hombro cual saco de patatas y me suelta sobre el sofá.
-¡Dani! ¡Que me vas a hacer daño! –Digo entre carcajadas
-Eso nunca, mi niña. –Se tumba encima de mí y coloca su cabeza sobre mi pecho. Yo comienzo a acariciarle el pelo y me quedo observándole. Me podría pasar horas así, mirando su cara con los ojos cerrados como si fuera un niño que está agotado de jugar durante todo el día y al llegar la noche cae rendido en la cama. Noto su respiración pausada, tranquila; y veo cómo sonríe con esa sonrisa que ponemos sin despegar los labios, sin ni siquiera darnos cuenta de que estamos sonriendo porque se convierte en algo natural en nosotros cuando realmente estamos felices, cuando no le podemos pedir más a la vida porque nos sentimos completamente llenos y aunque quisiéramos parar de sonreír, no podríamos hacerlo.
-¿Qué quieres hacer? –Con un poco de esfuerzo, consigo agachar la cabeza y le doy un beso en la frente.
-Disfrutar de ti. –Contesta abrazándome más fuerte. –Tenerte lo más cerca posible para que no nos vuelva a pasar lo del otro día. –Dice mientras se apoya sobre sus codos y se acomoda poniendo su cara a la altura de la mía. Yo le beso de la forma más dulce que sé hacerlo, sintiendo todo su cuerpo pegado a mí, pero ahora hasta el más mínimo pliegue de la ropa me estorba. 
-¿Estás muy cansado del viaje?
-Un poco… El camino en tren desde Barcelona hasta aquí se me ha hecho demasiado largo. Me moría de ganas por verte.
-Entonces túmbate y relájate. –Digo mientras me levanto y hago que él se coloque debajo de mí. –Te lo has ganado. –Me siento sobre su cadera y le beso. Me quito la camiseta rápidamente y le vuelvo a besar, dejando que disfrute de mi cuerpo, que lo recorra con sus manos y que note cómo se me eriza la piel al sentir su tacto. Comienzo a moverme dejando que nuestros cuerpos se rocen y voy notando cómo me besa cada vez con más intensidad, deseoso de que nos entreguemos el uno al otro por completo. Me desabrocha el sostén y me deshago de él lo más rápido posible para poder quitarle la camiseta. Le beso en la comisura de los labios, en la barbilla, en el cuello, en el pecho y voy bajando hasta llegar a su ombligo. Le quito los pantalones y él me quita los míos, quedándose sentado y yo sobre él. Me besa el cuello haciéndome disfrutar tanto que no puedo esperar más y bajo mi mano hasta sus bóxers. Él me muerde, me besa y me deja marcas que me excitan aún más. Nos deshacemos rápidamente de la poca ropa que nos queda y es entonces cuando comienzan las embestidas. Una tras otra cada cual más intensa que la anterior, más brusca, más placentera. Soy yo quién está sentada sobre él, pero es Dani quien decide el ritmo colocando sus manos sobre mi cadera manejándola a su antojo y así, con nuestras frentes apoyadas en la del otro y mirándonos a los ojos, llegamos al orgasmo casi al mismo tiempo.
-Te quiero, Anna.
-Y yo me quiero ir a vivir a Madrid.
-¿Estás segura? –Dice apartándome el pelo de la cara.
-A tu lado nada malo me puede pasar.
-Eres preciosa. –Veo cómo le brillan los ojos, cómo su mirada me dice que me ama.
-¿Te apetece un almuerzo familiar mañana? Creo que ha llegado el momento de presentarte en sociedad, como dice mi hermana.

1 comentario: